Eso de la credibilidad es una asignatura pendiente de España y de los españoles. Nos lo hemos ganado a pulso durante los años recientes la dificultad para que nos crean los ciudadanos, los empresarios, los gobiernos de por aquí y de por allá. No somos colectivamente creíbles.

Seguro que nadie pensaría que las frivolidades de un presidente del Poder Judicial tendrían nada que ver con la imagen de España: se equivocaban. Seguro que muy pocos pensarían que los disparates sostenidos en la gestión de la Comunidad Valenciana influyeran algo en la imagen de España: se equivocaban. Seguro que pocos pensaron que pequeñas chapuzas contables en Andalucía podrían ser consideradas errores importantes en la forma de administrar España: se equivocaban. Todos los que pensaron así  (y mucho más los que se lucraron) se han equivocado: el prestigio de la marca España ha sufrido muchísimo por esos disparates, errores, delitos, fraudes o lo que sea.

Añadamos a eso la incapacidad del Gobierno de España para demostrar que puede controlar el déficit público y tendremos el peor de los escenarios: la prima de riesgo es una gran verdad, es que entraña mucho riesgo el invertir en un país así.

Hoy los empresarios españoles sufren en sus balances todos esos errores públicos: sufren por ser españoles. Comprendo que duele, pero es la verdad. Ya nos pasó en otros tiempos más literarios que los actuales.

Pero no todo es achacable al sector público, también el privado tiene culpas y defectos que corregir.

Tengo la suerte de haber conocido al “viejo” Emilio Botín (un genio) y haber sido compañero de Consejo de Administración con el Emilio Botín de nuestros días: es un gran banquero. No tengo reparo en decirle en público a Emilio Botín que se ha equivocado manteniendo como consejero delegado del Banco de Santander a Alfredo Sáenz, condenado por todos los Tribunales y amnistiado por el Gobierno de Zapatero.

En estos días están cesando los directivos del Barclays Bank por haber sido acusados de tramposos en la fijación de determinados precios. No entro en el debate: han dimitido. ¿Qué credibilidad puede tener el primer banco de Europa con un consejero delegado condenado por engañar?

Quiero una España que recupere su credibilidad, pero esa credibilidad depende del sector público que debe  ajusta sus cuentas (y no delinquir)  y del sector privado que debe luchar por crecer, hace sus tareas bien, poner imaginación en el trabajo (y no delinquir).

Todos hemos cometidos errores y todos hemos hecho cosas magníficas en estos años de vino y de rosas. Ahora mucha prudencia: la marca España necesita repensarse un poco.

No es cuestión de rendirse, es cuestión de ilusionarnos de otra manera. Y siempre con honestidad pública y privada.

Luis Solana es militante socialista y promotor de Nuevas Tecnologías
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