El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, continúa su camino hacia el desastre de manera inexorable. Viento en popa y a toda vela. Ha suspendido en todo durante su primer curso, ha trascendido que su hijo recibió un correo de una abogada vinculada con el Kremlin en el que le comunicaron que tenían información contra Hillary Clinton que ayudaría a su padre, la primera dama polaca le ha devuelto sus sucesivos desplantes machistas… Pero todo esto queda reducido a meras anécdotas comparado con el último varapalo al magnate. El Senado no aprobará la reforma sanitaria de Trump ya que hasta cuatro senadores republicanos le negaron su voto. Un duro golpe asestado contra el pilar central con el que Trump se presentó a las elecciones.

“Derogaré el Obamacare”. Si se analizará palabra por palabra los discursos de Trump durante la campaña, tanto en las primarias republicanas como en la carrera hacia la Casa Blanca, esa frase sería una de las pronunciadas por el presidente estadounidense. Buena parte de su campaña estribó en torno a esta propuesta, denominada Trumpcare, que consistía, a grosso modo, en la derogación del Obamacare, la liberalización del mercado que permitiría el comercio de seguros entre Estados, la eliminación de las multas por no estar asegurado, la congelación de los fondos de expansión del programa Medicaid, las grandes empresas quedarían exentas de asegurar a sus empleados, se les reducirían las tasas fiscales y se concederían créditos fiscales fiscales para poder hacer frente a los gastos devenidos. Todo papel mojado.

El Trumpcare era la obra maestra del magnate -junto con el muro froterizo con México-, pero no ha encontrado recorrido político. El mismo día de su investidura, el 20 de enero de este año, Trump firmó un decreto por el que derogaba el Obamacare, pero el decreto no entra en vigor de manera inmediata, se requiere otra ley sustitutiva. En este sentido, tras meses de tira y afloja, Trump presentó un proyecto más descafeinado (comparado con su propuesta original) y consiguió que la Cámara de Representantes lo aprobara. El asunto pasó entonces al Senado, donde ha agonizado hasta morir.

Y es que, a pesar de contar con mayoría republicana (el Senado cuenta con 52 republicanos, 46 demócratas y dos independientes) hasta cuatro senadores republicanos se han desvinculado del proyecto. La pasada semana, los senadores Susan Collins (Maine) y Rand Paul (Kentucky), ya habían anunciado su rechazo. Demócratas y republicanos estaban entonces empatados, ya que los independientes se situaron al lado de los demócratas. Con este contexto como telón de fondo, John McCain, ex candidato presidencial, provocó que la votación del proyecto se retrasara porque le tenían que extirpar un coágulo de un ojo. En suma, la votación quedaría 49 síes frente a 50 noes. Pero no se vayan, que aún hay más.

Durante el lapso de tiempo de espera, otros dos senadores republicanos, Mike Lee (Utah) y Jerry Moran (Kansas), han reflexionado y mostraron su rechazo, poniendo punto y final al proyecto de reforma sanitaria de Trump.

Ahora, el presidente estadounidense se conforma con que los republicanos trabajen para derogar el Obamacare, tal y como anunció él mismo a través de su ceunta de Twitter. Mitch McConell, líder de la mayoría en el Senado, ya ha propuesto resucitar el proyecto de 2015 enterrado por Obama a fin de sacar adelante una reforma sanitaria que cuente con el amparo de los rapublicanos, ya que Trump no lo ha logrado y ha sufrido sendas derrotas en el corazón de su programa electoral.