“A veces resulta duro tener que elegir entre lo fácil y lo correcto. Pero estos médicos han optado, estas últimas semanas, por lo fácil de un modo tan indigno que cuando se den cuenta de lo bajo que han caído vivirán para siempre más avergonzados. No olvidaremos ni uno sólo de estos días”. He aquí al mercenario Salvador Sostres dando una lección ética a los médicos de la Comunidad de Madrid. Hay que tener la cara muy dura para escribir lo que escribe, máxime si repasamos su trayectoria periodística y política.

Del socialismo catalán a Convergència i Unió. De Convergència al independentismo y de los insultos a los que hablaban en castellano a su salto a El Mundo, el rotativo más hostil contra los nacionalistas catalanes y los militantes del PSC. Y del periódico de Pedro J. Ramírez a los brazos de Esperanza Aguirre para escribir ahí como un neoliberal furioso. De cuando en cuando, desprecia a Mariano Rajoy y ensalza a su dama que lo acogió en su cuerpo de periodistas enchufados de Telemadrid.

Es un converso a plazos. “Pocas huelgas ha habido tan políticas, y tan cínicas, como la de los médicos de Madrid”, sostiene en el inicio de su manipulado artículo. Es Sostres otro Losantos, don Federico, otro tránsfuga de la izquierda a la derecha más que extrema. Le aplaude Luís María Anson, otro faltón que tal baila. De joven, en la extrema derecha; luego en una cierta golfería. Sostres, que tiene afinidades significativas con la Corona, juega todas las cartas. Su padrino más directo en la actualidad es Ignacio González, el presidente del Gobierno autonómico de Madrid. Afirma: “El presidente de la Comunidad, Ignacio González, ha hecho bien en aguantar tal como Margaret Thatcher aguantó contra los mineros”.

Se proclama el rey del mambo con este solemne párrafo: “Quedará para la Historia esta huelga general y mezquina de unos médicos que prefieren su papeleta contra lo inevitable a cumplir con su deber de atender a los enfermos”. Defensa cerrada de la privatización: “El dinero de los demás siempre se acaba y las personas somos mejores que el Estado, gestionamos mejor que el Estado, y no hay nada como la propiedad privada para asegurar la estabilidad, la paz, el máximo rendimiento y la máxima capacidad. Hay que devolverle al individuo el protagonismo de su vida”. El palmero de Aguirre se ajusta a la perniciosa teoría de la ley de la selva. O del capitalismo salvaje. Los demás, como gritara la diputada Fabra, hija del sospechoso Fabra, el del aeropuerto sin aviones y los millones del erario público valenciano: ¡¡¡Que se jodan!!!