Josep Cuní ha saludado este viernes a sus seguidores de la SER-Cataluña con un bienvenidos al surrealismo, describiendo así la paradoja de un socio del gobierno del estado buscando el apoyo para los presupuestos de dicho estado en un dirigente político que permanece desde hace un año en prisión preventiva, ordenada por este estado por atribuirle un delito de rebelión contra el estado que ahora le pide apoyo a los presupuestos, con la esperanza de que el encarcelado se lo conceda.

Una realidad excepcional que se acerca a la formulación de escenario increíble si interpretamos que el acercamiento de Pablo Iglesias a Oriol Junqueras, como tantas otras aproximaciones realizadas en los últimos meses, tienen como principal objetivo buscar en la cárcel el realismo que no encuentran en el Gobierno de la Generalitat, al menos en una parte del mismo, comenzando por el presidente Torra.

La aprobación de los presupuestos y en consecuencia la continuidad del Gobierno de Pedro Sánchez son objetivos instrumentales, casi imprescindibles, de una operación a más largo plazo: un diálogo auténtico sobre el conflicto político entre las aspiraciones catalanas y las complejidades de un estado constitucional. El hecho de que el Gobierno central no pueda acceder tan fácilmente a la contrapartida exigida por los portavoces independentistas para prestar el voto en esta ocasión, la rebaja del ministerio fiscal en la calificación de los procesados, o mejor la petición de archivo de la causa, plantea una encrucijada a ERC y PDeCAT: conformarse con la oferta de un horizonte voluntarista (además de todas las ventajas autonómicas que pueda capitalizar en la mesa negociadora) o arriesgarse al retorno del PP y retroceder en el tiempo al simple enfrentamiento con Madrid.

El primer movimiento de esta estrategia a medio y largo plazo es aislar a Puigdemont

El diálogo de verdad queda algo más lejos. Las partes interesadas, que no son todas las facciones de cada parte, están de acuerdo en que lo primero es establecer una pausa para dar una oportunidad a todos los actores de aceptar la realidad. La coyuntura está todavía impregnada de muchos dogmas falsos, de una excesiva fabulación unilateral y unas expectativas interesadamente confusas sobre lo qué puede y no puede hacer el Gobierno de un estado de derecho respecto de la interpretación de la Constitución en materia de organización territorial y en relación al respeto entre los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y judicial.

El primer movimiento de esta estrategia a medio y largo plazo es aislar a Puigdemont. El expresidente y su legitimismo tienen todavía muchos seguidores en la calle y en la ANC, pero sus apoyos entre los grupos parlamentarios independentistas han disminuido, incluido en el suyo, JxCat; también en el Gobierno que preside Quim Torra las diferencias son detectables. Oriol Junqueras y en general ERC vienen aireando la distancia con el unilateralismo, los guardianes del purismo y las jugadas de farol desde hace meses, la más reciente, en el debate de política general del Parlament.

Pere Aragonés, vicepresidente republicano de la Generalitat, lo ha expresado de forma clara y concisa: no es unilateral quien quiere, sino quien puede. Y el independentismo catalán ya comprobó que no puede. El todavía consejero de Exteriores, Ernest Maragall, futuro aspirante a la alcaldía de Barcelona por ERC, ha ido más allá en unas declaraciones a la BBC: ni tan solo se podrá reclamar el simple apoyo europeo para la causa hasta superar el 50% de los votos, cuando hasta ahora se afirmaba que con el 51% ya se podía proclamar la república catalana. Torra, por su parte, sigue pidiendo la mediación internacional para forzar a España a negociar la independencia.

El segundo movimiento, consolidar a Oriol Junqueras como interlocutor y, por ende, en alternativa a Puigdemont y sus candidatos. La reunión con Iglesias, responde perfectamente a esta lógica. Lo más significativo del encuentro es la lectura política del mismo. Y para subrayar que la cárcel no va a ser ningún obstáculo para el ejercicio de la política, la entrevista se transformó en una mini-cumbre, al participar dos acompañantes por delegación, la diputada Lucía Martín y el teniente de alcalde de Bacelona, Jaume Asens, con el líder de Podemos, y el diputado en el Congreso, Joan Tardà, y Sergi Sabrià, diputado en el Parlament, junto al presidente de ERC.

El resultado formal de la reunión, el previsto: mucha empatía entre ERC y Podemos pero negativa de los republicanos a sentarse a hablar de presupuestos sin “un gesto de categoría” del Gobierno para con los presos, así definió Tardà la esperada indicación al ministerio fiscal. Y comprensión de Iglesias ante la expectativa de Junqueras de conseguir una modificación de las actuales condiciones para comprometer el voto de los suyos. “El Gobierno sabe lo que tiene que hacer”, dijo el líder de Podemos, “moverse”.