Pablo Iglesias participó este martes en su último Consejo de Ministros. Tras su renuncia a la vicepresidencia segunda del Gobierno se dispone a “asaltar el cielo de Madrid”, con el objetivo de frenar la voracidad de Isabel Díaz Ayuso y su aliado, VOX, que tanta discordia están sembrando.  

A Iglesias habrá que reconocerle que ha colaborado a que la izquierda gobierne en España y, también, que ha mediado con otras formaciones en el Congreso para alcanzar importantes acuerdos y leyes que la derecha intentaba abortar. Pero, también hay que reprocharle que sus peticiones inflexibles en la primera ronda para el acuerdo, condujeran a la repetición electoral que consiguió que la ultraderecha se apuntara un buen puñado de escaños.

En esa primera ronda, a Unidas Podemos se les ofreció la cartera de Sanidad y Pablo Iglesias la desechó por falta de entidad. Lo que es la vida. Poco después, con la inesperada pandemia, la importancia de ese Ministerio se ha hecho considerable.

Con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la Moncloa se pasó del bipartidismo a la coalición de gobierno. Nos hicimos más europeos y afrontamos retos antes desconocidos. Pero del intento continuo de consenso interno, se empezaron a vislumbrar conflictos. La derechona también se inventó algunos, en su empeñó de recuperar el poder y la acción del Ejecutivo. Tanto daba la crítica situación sanitaria. Lo importante era descalificar las medidas contra la pandemia propuestas por el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Pronto, Iglesias se convirtió en el blanco de todos los ataques, incluso con ramalazos en ocasiones próximos al discurso del odio. Ha vivido situaciones intolerables, como el continuo acoso a su domicilio particular, que ha excedido los límites de la protesta o del escrache. Su problema ha sido acceder a la gestión de gobernante haciéndola coincidir con la de la crítica exacerbada a determinadas decisiones de su propio Gobierno, sin recorrido intermedio.

Habrá que recordar de nuevo que Unidas Podemos nació de un movimiento social crítico con la realidad política, económica y social, protagonizado por una generación que veía escasas  posibilidades de salir adelante. En ese caldo de cultivo, la vehemencia juega malas pasadas cuando se llega a las Instituciones. La cruda realidad obliga a adoptar decisiones que nunca se hubieran imaginado. No es que Iglesias haya abominado de su pasado, es que nunca llegó a conocer la gestión y la crítica siempre se ejerce mejor desde el patio de butacas.  

Pero eso no quita que el fundador de Podemos haya ejercido de Pepito Grillo de la acción social, presionando para ir más allá en favor de los vulnerables, aunque a menudo haya ignorado el contexto. Una fórmula que modulará mejor la experta negociadora y activista de Unidas Podemos, Yolanda Díaz.

En cuanto al momento electoral es de desear, con visión progresista, que Pablo Iglesias tenga éxito en su cometido y que sus votos faciliten el acuerdo con el resto de partidos de izquierdas que compongan el nuevo Parlamento de la Comunidad de Madrid. El objetivo es dejar pronto atrás el desastroso período que abrió Isabel Díaz Ayuso.