Como la marca deportiva o la empresa de Bill Gates, el Gobierno de Bush quería quedarse sólo con el logotipo y dedicarse a hacer la publicidad. Los productos, en este caso los servicios por los que pagan los contribuyentes, quedan en manos privadas. Y de rebote, también las responsabilidades si algo sale mal. Ya sea un niño cosiendo deportivas en Malasia o 17 civiles acribillados en una plaza de Oriente Medio.

Para contrarrestar su mala imagen, sobre todo en el exterior, el Gobierno de Bush no cambió sus políticas, sino que se esforzó en mejorar su careta. Contrató a una directiva de la empresa privada a la que el secretario de Estado, Colin Powell, defendía así: “No hay nada malo en tener a alguien que sepa vender. Nosotros vendemos un producto. Necesitamos a alguien que pueda dar una imagen de marca a la política exterior norteamericana”.

A principios de julio, el Gobierno de Mariano Rajoy aprobaba la creación del Alto Comisionado para la Marca España. Un cargo que recayó en alguien del sector privado, el empresario Carlos Espinosa de los Monteros y a quien ya retratamos aquí. La idea de un embajador para la Marca España no es nueva: la puso en marcha en José María Aznar, inspirado por su “amigo” tejano, aunque el presidente Zapatero la dejó de lado. Ahora vuelve como “el buque insignia” del ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo.

Mientras el superembajador de Rajoy surca los cielos del planeta con su capa rojigualda, cantando las maravillas de nuestro país, el Gobierno vacía España y su estado del Bienestar. A partir del sábado, los inmigrantes irregulares dejarán de tener el mínimo derecho, el de la asistencia sanitaria. Además, como si un apocalipsis zombie se aproximase, los ciudadanos llenan los depósitos de sus coches y las despensas de sus casas a la espera del sablazo del IVA. Y quienes rebuscan en la basura, atizados por el hambre, se ven multados por los ayuntamientos, en lugar de ayudados.

¿Y fuera de nuestras fronteras? ¿Funciona la venta de la Marca España? Claro que no, al menos en los términos que le gustaría a la derecha. David Cameron, primer ministro británico tan admirado por nuestro presidente, se ríe del Gobierno desde la punta de Gibraltar. Activistas marroquíes vuelven a invadir peñascos españoles “con viento fuerte de Levante”. Y el Financial Times da sopapos a Rajoy todas las semanas.

Las expectativas no son buenas para la imagen del país. En la presentación de la ‘Marca España’, desde Exteriores aseguraban: “Hemos observado que en el Reino Unido este proyecto fracasó por la mala organización”. Tampoco les salió nada bien la experiencia en EEUU y Bush acabó siendo un presidente repudiado. Price Floyd, exresponsable de comunicación del Departamento de Estado y que dimitió frustrado por el Gabinete de Bush, lo resumía así: “No se trata del envoltorio, es la sustancia la que nos está dando problemas”. Y a día de hoy, la sustancia española está bastante rancia.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural

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