El Gobierno de la Generalitat presidido aún por Quim Torra sigue empeñado en el aislamiento total de Cataluña. No solo en Cataluña, como sucede en España entera desde hace ya más de diez días, hasta completar como mínimo veinte días más, es decir todo un mes. Mientras, para desgracia nuestra, por segundo día consecutivo, Cataluña supera a la Comunidad de Madrid en nuevos casos de contagio del coronavirus. Quienes, como yo mismo, tenemos la obligación de visitar con frecuencia nuestro centro hospitalario público de referencia para recibir tratamientos y realizar controles posoperatorios ineludibles, conocemos muy bien los esfuerzos extraordinarios, en algunos casos casi sobrehumanos, de todo el personal sanitario. Unos esfuerzos dedicados a intentar paliar, en la medida de lo posible, los profundos efectos devastadores que la política de drásticos recortes de toda clase -sobre todo en medios humanos y materiales, también en la actualización necesaria de algunos hospitales y en el número de camas realmente disponibles, y evidentemente en enormes reducciones presupuestarias- que perpetraron en Cataluña, durante los últimos diez años, los sucesivos gobiernos autonómicos presididos, respectivamente, por Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra.

¿De qué nos serviría el aislamiento total de Cataluña a quienes vivimos aquí? ¿De qué les ha servido este aislamiento total a los ciudadanos de Igualada y de las restantes poblaciones de la Conca d’Òdena, un núcleo poblacional reducido y con gran afectación en número de contagiados y de muertos causados ya por el COVID-19, con porcentajes de contagiados y de muertos superiores no solo a los del conjunto de España o de Cataluña, sino que se sitúan por encima de lo que ha ocurrido hasta ahora en la Lombardía, la región italiana con mayores porcentajes de afectados?

Como con acierto señala el líder del PSC, Miquel Iceta, en un artículo publicado en “El Periódico de Catalunya”, “no son momentos ni de deslealtades, ni de sectarismo ni de partidismo”. Por esta misma razón son intolerables las reacciones de todos quienes pretenden trazar ahora falsas fronteras sanitarias ante una pandemia que no entiende de territorios ni de razas, simplemente porque es una pandemia global, tal vez la primera gran pandemia global en la historia.

¿Acaso alguien cree que, como sin ningún pudor ha dejado escrito Núria de Gispert, ex-presidenta del Parlamento de Cataluña, “morirían menos catalanes si ya fuésemos República”, esto es si Cataluña fuese un Estado independiente? ¿Cómo todo un ex-presidente de la Generalitat, como es y será siempre el ahora huido Carles Puigdemont, ha podido compartir el vergonzoso comentario de la ex-consejera de la Generalitat y ahora eurodiputada independentista, Clara Ponsatí, con su cruel e intolerable utilización del célebre “De Madrid al cielo”? ¿Quizás alguien suscribe las insufribles palabras publicadas por un sujeto que firma en el digital “El Nacional” como Jordi Galves -su apellido real es Gálvez, pero parece avergonzarse de él-, en un artículo titulado “Los muertos ya están aquí”, unas palabras como estas: “Estos son los muertos de Pedro Sánchez, de la incompetencia criminal de Pedro Sánchez”, o estas otras: “La nefasta gestión de esta crisis que nos afecta a todos, es la prueba del algodón, la prueba, indiscutible, que tenemos un Estado que pagamos con nuestros impuestos pero que trabaja incansablemente en contra de Catalunya, de todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya”. O estas otras: “Llegará un día, muy cercano,en el que deberán responder ante un tribunal penal internacional  por delitos de lesa humanidad. Del mismo modo que que tuvieron que responder los fanáticos nacionalistas serbios de sus crímenes, unos fanáticos nacionalistas, imperialistas, que llevaron a sus antiguos compatriotas de lo que había sido Yugoslavia, a la muerte y a la desesperación. Estos muertos del virus son imperdonables y consolidan para siempre la ruptura de Catalunya con Madrid”.

Es muy difícil superar, ni tan siquiera igualar, la cantidad de odio, de rabia y de indigencia moral en tan pocas palabras como las de este artículo, un auténtico ejemplo del más irracional e insano fanatismo ultranacionalista. Tal vez sea el exponente más extremo de esta corriente de opinión publicada. Pero no es el único, ni muchísimo mes, para nuestra desgracia. En las redes sociales hay gran número de ejemplos de este tipo, difundidos, entre otros, por destacados exponentes del sector más radicalizado del independentismo catalán, como son, entre otros, el ex-miembro de La Trinca y hoy poderoso productor de todo tipo de programas de televisión, Josep Maria Mainet, el economista Xavier Sala i Martín, el ex-miembro de Podemos y luego dirigente del Front Republicà Albano Dante Fachín, la dirigente de las CUP Mireia Boya… Por no mencionar ya al supuesto cómico Toni Albà, colaborador habitual de espacios de humor de la televisión pública catalana, TV3, que ha publicado en Twiter comentarios tan infames como estos, uno dirigido personalmente a Miquel Iceta y al conjunto de los socialistas catalanes: “Deberíais vivir confinados y protegidos el resto de vuestros días. Tenéis muertos a vuestras espaldas. Algunos lo habéis hecho de palabra, otros, de obra y otros por omisión… Sois Milosevic”.

En muy pocas semanas, en Cataluña hemos pasado de aquel infundado y mendaz “España nos roba” a este infame e infamante “España nos mata”. Mientras, por cierto, el Gobierno de la Generalitat presidido aún por Quim Torra se niega a aceptar la colaboración de los efectivos de la Unidad Militar de Emergencia (UME) para colaborar en la gestión del combate contra el coronavirus en Cataluña. Pero, por suerte, aunque a Quim Torra y a sus seguidores más fanáticos les parezca muy mal, en Cataluña no todo acaba y comienza con el Gobierno de la Generalitat, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha aceptado la oferta de la UME, que se ha puesto en marcha y está construyendo instalaciones provisionales para atender a personas contagiadas o que se encuentran en situaciones de mayor riesgo y vulnerabilidad. Lo han hecho también otros grandes consistorios catalanes. Todos ellos, a diferencia de lo que dice y hace el sector más extremo del secesionismo catalán, dan la razón al título del antes mencionado artículo de Miquel Iceta, “Sumar contra el Covid-19”. Entretanto, las obras públicas que la Generalitat tenía en marcha no se han paralizado todavía, aunque han transcurrido ya los diez primeros días del actual estado de alarma.