Yerran por completo aquellos que, desde posiciones a menudo contrapuestas, minusvaloran o intentan banalizar el inicio de las reuniones de la mesa de diálogo entre los gobiernos de España y de la Generalitat de Cataluña. El solo inicio de estas reuniones, este miércoles en el palacio de la Moncloa, en sí mismo es ya un gran triunfo. El primero que podemos celebrar en los últimos diez años de monólogos ininterrumpidos y cansinos. La primera victoria de un camino que, como con lucidez ha expresado el presidente español Pedro Sánchez, será “difícil, largo y complejo”. Por mucho que se escandalicen y pretendan hacernos creer quienes desde opciones aparentemente opuestas que se rasgan sus vestiduras, todos sabemos que un conflicto como el que existe en Cataluña desde hace ya diez largos años solo hallará una resolución adecuada, y por consiguiente duradera, si se parte de un diálogo institucional y político.

Que el PP y C’s, con el aliento de Vox pegado a sus cogotes, utilicen de nuevo su falaz argumentario del más rancio españolismo ultranacionalista, no deja de ser un nuevo escándalo que añadir a la deriva de ambas formaciones políticas, que de forma tan decisiva contribuyeron a encender la mecha del agravio que hizo que las opciones separatistas se multiplicasen en Cataluña en muy pocos años. Que encuentren su réplica en otro ultranacionalismo, tan o incluso más rancio y casposo, el representado por los sectores más radicalizados del secesionismo catalán, refleja muy bien la gravedad de la situación. No es este el momento para llorar por la leche derramada, pero más pronto que tarde deberemos exigir responsabilidades políticas a todos aquellos que provocaron este importante conflicto, no solo institucional y político, sino también, y tal vez sobre todo, convivencial y social, de consecuencias catastróficas de todo tipo no solo por lo que respecta al encaje de Cataluña en el seno de España sino también, y con cuánta intensidad, en la misma ciudadanía catalana.

Que finalmente los gobiernos de España y de la Generalitat de Cataluña se hayan reunido en esta mesa de diálogo es el primer gran éxito para aquellos que desde hace tantos años hemos propugnado la llamada tercera vía, que no es otra que la del diálogo entre las partes para sentar las bases para un pacto, para un acuerdo. Tampoco se trata ahora de reclamar éxitos ni victorias. Es, ¡por fin!, la hora del diálogo. Y esto es lo importante. Poco o nada importa lo que chillen los portacoces más vocingleros y extremistas, ya sea desde Madrid o desde Barcelona, desde Waterloo o desde Galicia, guiados todos ellos por sus más mezquinos intereses partidistas o electoralistas. Tampoco deben importarnos las soflamas incendiarias de sus propagandistas, asalariados o no. Aprovechemos ahora el momento. Sepamos todos, unos y otros, sacar provecho de esta vía de diálogo ahora recién comenzada. Y hagámoslo desde la convicción con la que aquel hombre bueno, gran poeta y republicano ejemplar que fue Antonio Machado, nos dejó escrito en sus Proverbios y cantares: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino sino estelas en la mar”.

El camino es el diálogo. La única vía posible. Y “se hace camino al andar”.