Abandonada por sus padres alcohólicos, criada en un orfanato y con vivos recuerdos del maltrato instalado en su casa. Este es el duro relato que narra la jugadora de fútbol profesional Ludmila da Silva (Guarulhos, Sao Paulo, 1994), del Atlético de Madrid, en una entrevista concedida al diario deportivo Marca.

Una serie de preguntas que sacan el lado más descorazonador de la favela brasileña: “Mis padres tenían problemas con el alcohol. Sé por parte de mi madre que mi padre le pegaba mucho y a nosotros también, y por eso decidió meternos en un orfanato”.

Los peligros de las drogas evitados con un balón de cuero y un terreno sobre el que correr, ganándose, por fortuna y valentía, la oportunidad de que un ojeador la observara jugar con los chicos y le diera una oportunidad que la ha conducido al primer nivel: “Escogí jugar al fútbol por ella, para darle una vida mejor. También para escapar de las cosas malas, porque donde yo vivía había mucho eso: drogas, mal camino... Siempre escuché a la gente decir que mi hermana y yo iríamos por ahí. No era bueno escuchar eso, porque nosotras ya no teníamos a mi madre y ya teníamos un sentimiento malo. Después de todo lo que mi tía hizo por mí, lo mínimo que puedo hacer es darle alegría”.

Su hermana no corrió la misma suerte, ya que murío “porque tomaba drogas”: “Mi hermana nunca aceptó que fuésemos abandonadas por mi madre y por mi padre también. Mi tía siempre nos dio cariño, pero, cuando pedía que no hiciéramos algo, ella no lo asumía”.

Por el momento, Ludmila promete dar muchas tardes de gloria a la parroquia colchonera, aunque no descarta salir algún día. Pasado el mal trago, instalada en la élite, vislumbra su futuro pegada al deporte: “Querría ser entrenadora de gimnasio, 'personal trainer'. También me gusta mucho la capoeira”.