Ya estamos en agosto. Cuando todo parece dejar de funcionar, el calor va derritiendo cualquier pequeña voluntad y las calles se quedan desiertas. El momento en el que las decisiones se guardan en los armarios junto a la ropa de invierno. Cualquier gestión se dilata y todo lo importante se pospone como si en septiembre fuera el inicio de una nueva etapa.

Ocho meses sin gobierno, prácticamente el tiempo necesario para una gestación. Más de doscientos días en los que si algo ha conseguido la "casta" política (Cañamero ha vuelto a resucitar el término estos días) ha sido aburrir a una población con problemas urgentes que no encuentran respuesta. Un paréntesis que va siendo cada vez más flexible, estirándose como un chicle, y dejando en evidencia la debilidad del sistema colapsado. No hay herramientas que consigan minimizar la evidente incapacidad de nuestros políticos.

Una Constitución que todos quieren reformar, una Ley Electoral que no da más de sí, medios de comunicación que ya no saben con qué sorprendernos, una Europa que se desmorona mientras el mundo está en guerra. Colapso en las listas de desempleo, en los hospitales, precariedad laboral, aberraciones diarias en la absoluta falta de resolución de conflictos.

Miremos donde miremos nada parece funcionar. Y curiosamente todo aparenta quedar en un segundo plano mientras suena la música del chiringuito y huele a paella. Comienzan los juegos Olímpicos y Brasil se encuentra sumida en un golpe de Estado al que no se presta atención, pues lo que parece importarle al mundo son los hoteles donde se alojarán los deportistas. El caso es mirar hacia otro lado.

Éste será el baile del verano. Y aquí todas las formaciones políticas se han aprendido la coreografía: un paso digno de Michael Jackson, con mucho movimiento pero sin despegar los pies del mismo lugar. ¿se acuerdan de aquella ilusión óptica en la que el rey del pop dejaba caer su cuerpo hacia delante hasta conseguir un ángulo imposible? Como todo, tenía truco: un clavo salía del suelo y encajaba en una ranura preparada en la suela de los zapatos. Una manera sencilla de dejarnos con la boca abierta pendientes del cómo se conseguiría tal proeza.

Este mismo "truco" es el que nos están haciendo esos que dicen intentarlo todo para salir de este bloqueo. Y en realidad tienen los pies anclados a sus propios intereses. Son clavos invisibles aunque no imposibles de adivinar.

El PSOE está pendiente del informe del forense. Hay distintos factores que han influido en su muerte. Pero aún hay que dar un veredicto final. Muchos posibles asesinos, y sin duda, un posible suicidio han hecho de esta formación un cadáver sin alma. Un muerto viviente que se empeña en mostrarse vivo cuando ya no da ni miedo. Empeñados en echarle la culpa a todos del bloqueo cuando en realidad es su fobia a los independentistas la que les ha llevado a un punto absurdo.

Por mucho que hagan su paso mágico, la realidad es que no se plantean pactar con Podemos, porque el único interés que habría en ese acuerdo sería para los morados: fagocitar al PSOE tal y como lo han hecho con el PC.

El PP deja pasar el tiempo. Sabe que eso le refuerza. La corrupción no le pasa factura y solamente saca réditos del espectáculo de los demás. Es muy consciente de que si vamos a unas terceras, saldrá reforzado y someterá a un Rivera que ya se ha destapado.

Llegados a este punto resulta evidente que para los socialistas y los populares repetir las elecciones les sale rentable. Con cambiar a los candidatos ya cumplen con la imagen de regeneración tan vendida como necesaria. 

Mariano quizás aguante más la adversidad, pero Pedro desde luego que ya tiene su ataud (político) barnizado.

Será quien llegue después quien posibilite una gran coalición. Si todo sigue su curso.

Y mientras tanto, Podemos y Ciudadanos se colocarán en el lugar que el bipartidismo les tiene reservado. Uno testimonial donde puedan gritar sin hacer ruido. Una manera de perpetuar un sistema aparentando que todo ha cambiado cuando en realidad, los pies siguen anclados al suelo por esos clavos ya oxidados.

Y entonces, cabría preguntarse quién ha vencido a la tercera. Porque tiene pinta de que ganarán los de siempre. Y todavía alguno se pensará que hemos cambiado.