Madrid, Madrid, Madrid. La derecha juega en casa y tiene a su público entregado. La izquierda acude a la cita del 4M como aspirante a arrebatar el título a su adversario pero no muy convencida de que su público ocupe al completo las gradas que le han sido reservadas.

El 4M no se disputa un partido más, se disputa El Clásico. Así lo han querido los contendientes, unos porque esa era su voluntad desde el principio y otros porque no les ha quedado más remedio.

Las elecciones autonómicas de Madrid no van a celebrarse simplemente un 4 de mayo: van a tener lugar el primer martes después del primer lunes de mayo, al estilo de las presidenciales norteamericanas, que tienen lugar el primer martes después del primer lunes de noviembre.

El arrojo del general

El 4M hay presidenciales en Madrid, como si lo que estuviera en disputa no fuera el territorio pequeño pero matón que gobierna la derecha desde hace un cuarto de siglo, sino España entera.

Isabel Díaz Ayuso y su ‘ivanredondo’ Miguel Ángel Rodríguez han planteado el partido como el Gran Derbi que decidirá al campeón de la Liga, mientras que Pedro Sánchez y su ‘miguelangelrodríguez’ Iván Redondo parecen haber aceptado el envite.

Tal vez el presidente y Ferraz no podían hacer otra cosa después de que su vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias decidiera, como los generales de antaño, combatir personalmente al frente de sus tropas, jugándose gallardamente el pellejo pero poniendo en riesgo la supervivencia misma del ejército morado.

Isabel Díaz Ayuso hace de Donald Trump y además está encantada con su papel, pero no se acaba de saber del todo quién diablos, maldita sea, hace de Joe Biden en el bando demócrata. La irrupción del presidente Sánchez en la precampaña asocia su figura con la de Biden pero sin ser Biden... y sin dejar que Ángel Gabilondo lo sea.

Matadores y novilleros

Si Sánchez es el matador, Gabilondo su mozo de espadas y Pablo Iglesias el picador que persigue al toro por toda la plaza intentando llamar su atención, en la derecha Isabel Díaz Ayuso lo es todo: matadora, moza y picadora. 

Pablo Casado es solo un novillero voluntarioso que memoriza desde la barrera el estilo desahogado y las maneras chulaponas de la Niña de Chamberí. En estas elecciones, Casado es el segundón que sueña con heredar en la esperanza de que la primogénita Isabel renuncie a sus derechos.

Las encuestas son propicias a la derecha, pero no tanto como para que la izquierda no tenga buenos motivos para agarrarse como a un clavo ardiendo al lema de ‘hay partido’. Algunos expertos sostienen que la ventaja de la derecha es clara pero no definitiva.

Si el 4M fuera un partido de vuelta de la Champions, la derecha acudiría a él con un resultado favorable no de 3 a 0 sino más bien de 2 a 1: ventaja clara pero no decisiva. La remontada está difícil pero hay partido.

Un error del favorito puede salirle caro, pero en las tres semanas que restan hasta el Gran Martes el aspirante no puede cifrarlo todo a un error del adversario que no tiene por qué producirse. Se diría que la izquierda necesita sacarse un conejo de la chistera para entusiasmar a su público, pero en la chistera de la izquierda madrileña, española y europea apenas quedan, ay, conejos que sacar.

El momento Vox

El momento Vox favorece a Isabel Díaz Ayuso. La derecha ‘ultranacionalpopulista’ tiene en Madrid doble candidatura: la líder del PP lo es también de Vox. Aunque los medios de la derecha siempre acusaron a Podemos de populista, y de hecho Pablo Iglesias posó de tal con complacencia peligrosamente narcisista, quien se ha revelado como populista de primera división ha sido Ayuso; al lado de ella, Iglesias es un aficionado.

Cuando el combate se libra dentro de las coordenadas ideológico-políticas del Gran Populismo, la derecha siempre tiene las de ganar, al menos en Europa. No porque tenga mejores soluciones, sino porque simula tenerlas mucho más hábilmente que la izquierda: sus propuestas de cuñado -simples, aparatosas, contundentes- seducen a un público existencialmente cansado de constatar que las soluciones de la izquierda tardan en llegar… cuando llegan.

Hay partido pero está difícil. Hay partido pero la afición conservadora está más motivada y hace mucho más ruido que su contraria. Sus gritos y consignas son ensordecedores y sofocan a los provenientes del otro bando. Sabemos que hay partido, pero no sabemos si habrá milagro. El candidato socialista se llama Ángel: algo es algo, ¿no?