“Una cosa son las generales y otra las autonómicas”. Esta es la respuesta que da, sin importar cargo, nombre y rostro, cualquier dirigente del Partido Popular ante el auge de Ciudadanos. El 21D en Catalunya ha marcado un antes y un después en el devenir de la política española. Un punto de inflexión que puede subvertir el sentido hegemónico del PP. Las encuestas insisten en contradecir a los populares: los naranjas ganan terreno hasta el punto de que, de celebrarse comicios estatales, sería la primera vez desde 1982 que el bipartidismo no consigue la primera plaza. Los sondeos publicados por ABC y El País durante este fin de semana han sido la gota que ha colmado el vaso. La Junta Directiva Nacional del PP se reúne este lunes para analizar varios frentes abiertos que harán del día su jornada más negra desde el 82.

El PP perdería la barrera psicológica de los 100 diputados y se dejaría dos millones de votos

El PSOE y Alianza Popular consiguieron desbancar a UCD en las elecciones nacionales de 1982. Desde entonces, ambos protagonizaron sucesivas permutaciones en el Gobierno durante casi 20 años. En las autonómicas y municipales de 2015, y en las generales del 20D y 26J, dos nuevas formaciones quebraron su placidez. Ciudadanos y Podemos irrumpieron con fuerza, una inercia que cristalizaron a escala nacional con 32 y 71 escaños respectivamente. El fantasma del sorpasso sobrevolaba a los socialistas en el flanco de la izquierda, pero los naranjas no lograban apoderarse del suficiente terreno electoral como para incomodar e irritar al PP. Rajoy y su partido parecían invencibles. “Parecían”, en pretérito.

La corrupción no les pasaba factura, pero sí que lo hará el desafío soberanista. El 1-O, el artículo 155, la campaña electoral, el 21D y los resultados han sacudido el tablero. Ahora, hay nuevas reglas. La victoria de Inés Arrimadas ha hecho de palanca, un impulso que ha llevado a Ciudadanos a la cima de las encuestas. Según el sondeo de GAD3 para ABC, los de Albert Rivera serían la opción más votada con el 26,2% y entre 86-90 escaños. El PP sería el segundo con un 24,7% y 97-101. Tercero, PSOE con el 24,2% (93-97 diputados) y Podemos sería cuarta opción con un 14,7% (42-44). De esta manera, el PP perdería la barrera psicológica de los 100 escaños, se dejaría por el camino casi dos millones de votantes y quedaría relegado a la segunda posición en estimación de voto (la acutal ley electoral le beneficiaría y seguiría siendo la primera fuerza en escaños).

Lo preocupante es la notable fuga de votos hacia los naranjas, ya que, según un sondeo de Metroscopia, tan solo la mitad de su electorado volvería a confiar en su partido, y el 23% de sus votantes desertarían en dirección naranja.

¿Es Rajoy el problema?

El Partido Popular es un partido cesarista. No hay primarias, el líder designa a su sucesor, y las consignas dadas por el presidente van a misa. A día de hoy, Rajoy es Gobierno y es PP. Buen ejemplo de ello es la acusada distensión entre el PP de José María Aznar y el marianismo. Y como soberano omnipotente, lo que haga en Moncloa repercutirá en Génova 13 y, por inercia, en los votos que reciba su partido. A pesar de que ha sido el año más duro para Rajoy, el presidente sobrevive a la Gürtel, a la Púnica, a Luis Bárcenas, a Francisco Correa, a Rodrigo Rato, a casi 800 imputados… Pero el desafío soberanista ha dejado marca y ha hecho mella. A juicio de Ciudadanos, Rajoy ha lidiado con tibieza, lentitud y poca firmeza. El PP se excusaba en que no es lo mismo guantear que subir al rin (“gobernar es distinto de opinar”, eran sus palabras).

La mitad de los votantes del PP no volverían a confiar en el partido y Ciudadanos les roba un 23%, siendo la primera opción en votos

Albert Rivera ganó su particular pulso y ha modificado el acople de fuerzas políticas. Una vez roto el bipartidismo, al igual que PSOE y Podemos luchan porque erigirse como buque insignia de la izquierda, lo mismo ocurre con la derecha. Antes, conservadores y liberales convergían en el PP, pero Ciudadanos modificó su discurso y, tras decir que eran un partido de izquierdas y luego de centro, ahora, utilizando figuras como Emmanuel Macron, se presentan como los liberales, asumiendo y fidelizando buena parte del electorado del PP.

¿El fin de Rajoy? ¿Una nueva era?

Como quien lleva años construyendo su castillo de naipes y ve como se derrumba ante sus propios ojos, Mariano Rajoy asiste atónito -y como espectador privilegiado- al desmoronamiento de su palacete particular. Muchos son los temporales que han sacudido al presidente de Gobierno desde que aterrizara en La Moncloa y ninguna tempestad ha provocado un dolor de cabeza ni siquiera parecido al que estará viviendo en estos momentos. Al asunto catalán, el auge de Ciudadanos (al que hasta Google le ha declarado su amor), con la oposición abatiendo sus pilares legislativos (Ley Mordaza) y las sucesivas comparecencias en sede judicial y parlamentaria para explicar la financiación de su partido, habría que sumarle que este lunes 15 de enero arranca el juicio por la financiación irregular del PPCV a través de la empresa Orange Market perteneciente a la trama Gürtel de Francisco Correa).

En una entrevista en La Razón, Fernando Martínez-Maíllo, coordinador general del PP, ha asegurado que hay que reflexionar y tomar decisiones, pero que el PP “es un partido muy fuerte”. A su juicio, Rajoy, lejos de ser el problema, “es el mayor activo” de la formación. Y repite la consigna dada: “Hacer una extrapolación automática es tanto como hacer ciencia ficción”.

La RAE define ficción como “acción y efecto de fingir”. La pregunta es: ¿Finge el PP tranquilidad ante su lunes más negro desde 1982?