Ocultar a Piolín en el barco que acoge a policías y guardias civiles no fue idea del Ministerio del Interior, sino una petición expresa de la compañía Warner Bros, dueña de los derechos de imagen del pájaro, del gato Silvestre y del Demonio de Tasmania. La compañía americana exigió esta semana al Gobierno que, o escondía a los personajes animados, u obligaba a la empresa naviera a llevarse el barco de allí.

Desde el equipo de comunicación de la Warner se han negado a hacer declaraciones a La Vanguardia, que este miércoles desvela la mano tras la operación de camuflaje, que han confirmado desde Interior.

Tras el aviso de la Warner, técnicos del Ministerio del Interior y la Delegación del Gobierno en Cataluña se pusieron a trabajar para encontrar una solución que protegiese la identidad de la imagen de Piolín. Y es que el personaje se ha convertido en un icono del movimiento independentista y peluches y fotografías de él protagonizan concentraciones y protestas. Incluso Julian Assange, muy volcado con el conflicto catalán, pidió que se liberase a Piolín.

La solución inventada por Interior fue usar unas lonas gigantes descolgadas desde la cubierta para tapar a los personajes, aunque no funcionó. El viento movía la tela y hacía que Piolín se mostrase de manera intermitente. Por no hablar de que los agentes se quedaron sin luz y apenas sin aire a través de las escotillas.

Y, mientras todo el mundo miraba a los personajes de la Warner, se pasó por alto las condiciones de los agentes, apretados en camarotes diminutos, sin internet ni casi luz y muchos sin ventanas. La comida era deplorable, hasta el punto de que casi surge un motín tras el primer desayuno, lo que hizo a Interior cambiar el servicio de catering.