El 39 Congreso Federal del Partido Socialista de este fin de semana, regreso de Pedro Sánchez tras su abrupta salida del pasado mes de octubre, afronta como principales retos restañar las heridas provocadas durante meses de enfrentamiento interno y poner las bases para recuperar el espacio electoral perdido.

Para ello, el PSOE elegirá a su nueva dirección. Más de una veintena de dirigentes de confianza de Pedro Sánchez están llamados a formar parte de ella.

 

Se da la circunstancia que dos de los nombres más destacados del equipo que dirigirá el PSOE en esta nueva etapa fueron firmantes en enero de 2016 (cinco meses antes de que finalmente se repitiesen las elecciones generales) del manifiesto que exigía un Gobierno de “gran coalición”. Se trata de Carmen Calvo y Beatriz Corredor.

Calvo y Corredor
La andaluza Carmen Calvo, feminista y ministra de Cultura del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, asumirá la Secretaría de Igualdad después de haber sido una de las coordinadoras de la parte dedicada a políticas sociales del proyecto de Sánchez.

 

Por su parte, la madrileña Beatriz Corredor, registradora de la propiedad, ministra de Vivienda en el Gobierno de Zapatero (2008-2010) y concejala del Ayuntamiento de Madrid (2007-2008), podría ser secretaria de Vivienda en su regreso a la política de la mano de Sánchez, por quien apostó desde hace meses para liderar el nuevo rumbo del PSOE.

Tanto Calvo como Corredor fueron dos de los rostros más destacados del manifiesto que protagonizaron una decena ex Ministros de la Democracia de UCD, PSOE y PP con el objetivo de promover un pacto de “gran coalición” integrado por dos o más partidos constitucionales con el fin de garantizar un Gobierno de “amplio respaldo con un programa pactado”.


El manifiesto
En el manifiesto, que Calvo y Corredor firmaron junto a exdiputados tan relevantes como Ángel Acebes, José Bono, Eduardo Zaplana, Cristina Garmendia, Rodolfo Martín Villa, Pío Cabanillas, Maria Antonia Trujillo, Ángeles González-Sinde o Abel Matutes, se sostenía que volver a convocar elecciones en unos meses no era la “solución” mientras se agudizaba el proceso de desconexión catalán y la situación económica y social se estaba degradando con un gobierno en funciones.

Por todo ello, se apelaba al espíritu de la Transición y a la generosidad de los partidos y no a meras “ambiciones personales”.  La clave era garantizar “la unidad de España, la igualdad de los españoles, la estabilidad política, el progreso económico y la regeneración democrática”.