Ascender casi quince puntos en los sondeos preelectorales es algo tan inusual como sorprendente, pero eso es precisamente lo que ha conseguido en poco tiempo el partido de Jeremy Corbyn. A falta de cuatro días para las votaciones, la encuesta de Yougov para el conservador The Times asustaba con ese dato a un club de lectores que daban por segura la mayoría absoluta  de Theresa May.

Los datos de tan fiable sondeo, realizado por cinscuncripciones o distritos electorales,  mostraron que el partido Conservador obtendría 310 escaños,  16 menos de los que necesita para gobernar en solitario, mientras que los laboristas conseguirían 257, 21 más de los que tienen ahora. Perderían, si, pero demostrarían dos cosas importantes: que los conservadores no son invencibles y que las políticas de izquierdas que promueve están siendo aceptadas por los británicos después de muchos años de escepticismo.

A falta de los datos definitivos que salgan de las urnas el próximo jueves, el dirigente laborista Jeremy Corbyn ha demostrado que está políticamente en forma y dispuesto a batirse el cobre con los conservadores. Y ello ha sido posible por las siguientes razones:

El apoyo de las bases

Es la mayor fortaleza de Corbyn, la baza con la que cuenta frente a los sectores moderados del partido que intentaron defenestrarlo poco después de haber sido  elegido líder del laborismo, en 2015, con un apoyo próximo al 60 por ciento de la militancia. Sus filas empezaron a engrosarse entonces con la vuelta de muchos desencantados de la política y en 2016 fue reelegido con un respaldo aún mayor, casi del 62 por ciento.

A pesar de ese apoyo, un sector relevante del laborismo ve con recelo la actual situación. Si Corbyn no gana las elecciones, pero obtiene un buen resultado, como predicen los sondeos, seguirá siendo el líder de un partido que no gobierna desde que el sucesor de Blair, Gordon Brown, salió de Downing Street en 2010. Y su fortaleza le mantendrá en ese liderazgo improductivo durante varios años más. Otros, sin embargo, consideran que el giro a la izquierda de Corbyn coloca al partido en una situación mejor que la anterior, como demostró el aparatoso batacazo de Miliband. Las urnas darán la razón a unos o a otros.

Los errores de su adversaria

A veces no se ganan unas elecciones sino que las pierden otros, y eso es lo que le puede ocurrir a Theresa May. No conseguir mayoría absoluta sería para ella una derrota después de convocarlas con antelación en contra de lo que ella misma había dicho al suceder a Cameron en el liderazgo del partido Conservador. Su campaña está siendo poco convincente y las redes sociales la están castigando duramente. Su decisión de no participar en el debate televisado de la BBC supuso un error táctico que también puede restarle votos. Dijo que prefería estar en la calle hablando con los votantes, pero muchos de ellos ya la han criticado.  Y perder la oportunidad de mostrar sus dotes de liderazgo ante millones de personas durante poco más de una hora no deja de ser, en nuestro mundo mediático, una opción nefasta.

 

Aprovechar esa coyuntura es cosa de Corbyn. Si los británicos no votan por miedo a los atentados yihadistas, ni por enfado ante la situación que les ha dejado la crisis y las políticas conservadoras, aún cabe la posibilidad de que el laborismo dé una sorpresa a todos. A la socialdemocracia europea en primer lugar, pero también a los dirigentes comunitarios, que favorecerían una salida del Reino Unido menos traumática que la que se avecina con un gobierno conservador encabezado por Theresa May.