Por un lado, Marine Le Pen. Por el otro, Emmanuel Macron. Con la campaña electoral francesa caput solo queda esperar a que el ciudadano decida. Los dos candidatos compiten por ser el 25º presidente de la historia de Francia y el mundo se mantiene a la espera de ver cuál de los dos modelos, completamente opuestos, acabará marcando sus valores, cultura e identidad más allá de las fronteras galas.

Le Pen, de 48 años, se enfrenta al pro-europeo Emmanuel Macron, de 39 años, quien hasta el momento ha sido el favorito en gran parte de las encuestas.

Marine Le Pen

 

Le Pen tomó el control del partido del Frente Nacional -vinculado a la extrema derecha- en 2011 y sustituyó a su padre, Jean-Marie, continuando un legado que se resume en una actitud anti-europea y anti-migratoria en Europa.

Marine es una abogada que ha trabajado duro para seguir moldeando la imagen del partido a imagen y semejanza de su padre. La retórica que se sigue es prácticamente calcada: cumplir su palabra de expulsar de Francia a los inmigrantes ilegales, cerrar las mezquitas que estén vinculadas a extremistas y fieles al Estado Islámico y sacar a Francia de la Unión Europea, una idea que resuena bastante en los votantes de clase media y rural.

De hecho, dentro de su programa se incluye una introducción de un nuevo impuesto sobre los trabajadores extranjeros, de modo que los nacionalizados franceses puedan tener una ventaja mayor en el mercado laboral.

Además, Le Pen pretende prohibir todos los símbolos religiosos visibles en público, dentro de los cuales entrarían los pañuelos musulmanes o las kippah judías. En este aspecto, la candidata no es muy partidaria de la ‘globalización’ o las organizaciones internacionales como la OTAN y el Fondo Monetario Internacional, de los que, cree, han socavado el modelo estado-nación.

Pero, ¿ha habido últimamente algún tipo de revuelo en torno a Le Pen? Por supuesto. Durante meses, ha sido acusada de haber utilizado indebidamente los fondos de la Unión Europea para pagar a su asistente personal y guardaespaldas. Aun así, ella niega haber incumplido cualquier norma e incluso se negó a someterse a un interrogatorio hasta después de las elecciones.

Emmanuel Macron

 

En toda esta atmósfera, Macron es un auténtico novato. Nunca ha ocupado un cargo tan importante y, sin embargo, las últimas encuestas le señalan como el gran favorito para ser el próximo presidente de Francia. De darse el caso, sería el candidato más joven en conseguirlo.

Fue ministro de Economía de Francia durante gran parte del gobierno socialista de François Hollande, hasta que en agosto de 2016 renunció a su cargo para dedicarse de lleno al movimiento político que él mismo acababa de crear: En Marche!

El partido se entiende como una salida hacia la izquierda tradicional de Francia que también cuenta con ideas de liderazgo político propio de la derecha. De todos modos, Macron apuesta por invertir en salud pública e infraestructuras, reducir las tasas corporativas impuestas y modernizar las normas de trabajo de un país que, a su entender, necesita disfrutar más de su tiempo libre.

Una de los proyectos vinculados a esta última idea es la famosa ‘Ley Macron’, que presentó cuando fue ministro de Economia y barajaba la posibilidad de que los establecimientos abrieran en domingo.

Igualmente, la política de inmigración de Emmanuel es completamente contraria a la de Le Pen. Repudia los ideales del Frente Nacional y del extremismo que pretende generar una reacción en Europa de rechazo hacia los inmigrantes y la Unión Europea. De hecho, en una intervención de última hora, el ex presidente Barack Obama destacó que la política de Macron apela “a las esperanzas de la gente y no a sus miedos”.

Al igual que ocurre con Le Pen, durante la campaña electoral también salieron trapos sucios. En su caso, se le acusó de tener una relación homosexual con el director de Radio France a coartadas de su matrimonio con Brigitte, algo que fue negado por el candidato y que acachó al “intento” de querer desmoronar su campaña a pocos meses de las elecciones.