Hubo una época en la que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón formaban un tándem idílico, una pareja de fantasía, una dupla de cuento de hadas. Pero algo cambió. El secretario general y el ahora exportavoz dejaron de compartir estrategia política. El punto de inflexión fue el batacazo de los morados en los comicios del 26J, donde perdieron un millón y medio de votos -que se cristalizó en dos diputados menos-. Desde entonces, pablistas y errejonistas se enzarzaron en una batalla fratricida que desembocó en Vistalegre II con victoria para los afines del secretario general.

“Solo los muertos han visto el final de la guerra”, Platón

Los simpatizantes de Podemos que se dieron cita en Vistalegre II mandaron un mensaje cristalino a la cúpula morada: “Unidad”. Ya anunció Irene Montero que para materializar el mandato de Vistalegre II se iban a “tomar decisiones” a partir del día siguiente. Y en eso están. Pablo Iglesias se ha puesto el mono de trabajo y, pala en mano, se ha propuesto enterrar el errejonismo y extirparlo de la formación para poner fin así a la guerra fratricida. Porque, como dijo el filósofo griego Platón, “solo los muertos han visto el final de la guerra”.

“No es suficiente ganar la guerra, es más importante organizar la paz”, Aristóteles

Tras ganar la batalla de Vistalegre II, Pablo Iglesias organizó la paz de Podemos. ¿Y cómo lo hizo? Relegando a su principal contendiente a un papel subalterno. El secretario general eliminó la todopoderosa secretaría Política que ocupaba Errejón, le despojó de la portavocía en el Congreso -cargo que sirvió en bandeja a Irene Montero- y le nombró secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político.

Tras eliminar a su rival, arremetió contra sus afines. Buena parte del equipo de discurso de Errejón fue despedido, e incluso, Jorge Moruno, otrora responsable de discurso de Podemos desde antes incluso de que los morados se configuraran como partido (Moruno preparaba a Iglesias para poner el terreno en barbecho en las tertulias y que el campo ya estuviera sembrado cuando se conformara la formación) fue sustituido de su cargo por Pedro Honrubia, el nuevo arquitecto del discurso morado.

“Hay causas por las que merece la pena morir, pero no por las que merece la pena matar”, Albert Camus

Íñigo Errejón estaba dispuesto a morir por defender sus ideas hasta el final. De hecho, tras caer derrotado, compareció ante los medios asegurando que seguiría defendiendo su proyecto pero de manera interna. Esto le ha servido para que el exportavoz fuera tirado del autobús en marcha. Literalmente.

Y es que, una de las acciones que más ha dado que hablar de Podemos en las últimas semanas ha sido la puesta en marcha del Tramabus. Un vehículo fletado con imágenes de políticos, periodistas… relacionados con lo que denominan Trama (la nueva Casta), pero que no contaba con el beneplácito de los errejonistas: mientras los pablistas dedicaron todos sus esfuerzos a hacer trending topic su Tramabus, los afines al exportavoz silenciaron la campaña en Twitter.

“Si no terminamos la guerra, la guerra nos terminará”, H.G. Wells.

Y con este escenario como telón de fondo, llegó la estocada final. Iglesias decidió despojar a Errejón de la única plataforma que le quedaba. El pasado lunes, Podemos comunicó que Irene Montero sustituiría a Errejón en la tertulia de Hora 25 en la Cadena SER alegando “feminización de las portavocías” -la SER respondió señalando que Podemos no impondría a quién invita la cadena y a quién no-. Un desplante que fue la gota que colmó el vaso del hartazgo de los errejonistas, quienes se están replegando y armando su dispositivo de cara a las elecciones de la Comunidad de Madrid del 2019, ya que está acordado que será Errejón el candidato morado.