La Totentanz, o Danza de la Muerte, es un género artístico atávico, ancestral, que recrea el inapelable final que tenemos todos los mortales. En el PSC, tras el comité Federal que se ha celebrado hoy, bien pudiera ser que fuese lo próximo que bailase su primer secretario.

La mayoría del Comité Federal del PSOE ha decidido abstenerse en segunda votación y permitir a Mariano Rajoy formar gobierno. Y, si bien el partido socialista está prácticamente partido por la mitad, lo que haga el PSC en los próximos días puede ser la puntilla para el partido que Pablo Iglesias – el tipógrafo, no el de la coleta – fundara el 2 de mayo de 1879. Miquel Iceta, primer secretario de los socialistas catalanes y firme partidario del No es No, habrá de decidir junto a su ejecutiva si decide romper lazos con el partido hermano.

Danzad, danzad malditos

En los dos lados existen sectores que desean la ruptura. Por el PSOE subsiste un viejo anhelo guerrista, que no es otro que terminar con lo que consideran una anomalía histórica y restablecer la extinta Federación Catalana del PSOE, no entendiendo las ventajas del PSC, como la de tener presencia en los comités federales o el protocolo secreto de financiación del que goza hace décadas. “Cuando les conviene son otro partido, cuando les conviene somos lo mismo”, decía hoy un miembro del Comité Federal próximo a Susana Díaz.

En el PSC, por su parte, se palpa el deseo de un amplio sector que apostaría por romper con un proyecto español y consolidarse como partido de obediencia estrictamente catalana, haciendo frente así a los nacionalistas que siempre lo han tildado de sucursalista y esclavo de Madrid. Lo menos que han tenido que oírse durante el pujolismo ha sido botiflers, traidores. Patrias y socialismo casan mal.

Por ello es curioso que Iceta, nada partidario del nacionalismo y mucho menos del independentismo, que en el tristemente famoso Congreso de Sitges de 1994 se alineó con los que se oponían al por entonces líder del PSC Raimon Obiols y a su perfil nacionalista, asuma por puro tacticismo lo que antaño afeó. Un tacticismo que lo ha empujado a llevar a un PSC en caída libre, y aparentemente condenado a ser una fuerza residual, ocupando el lugar que la antigua Iniciativa per Catalunya detentaba, a contemporizar con independentistas de todo tipo. La política hace extraños compañeros de cama.

Un viejo dirigente socialista catalán me confiesa, de perdidos, al río. Porque a la ejecutiva del PSC le ha entrado un miedo atroz: miedo al proceso independentista, a Ada Colau, a Ciudadanos y a Inés Arrimadas, a que Puigdemont convoque elecciones autonómicas en las que Convergencia se pegaría un batacazo de órdago, pero los socialistas podrían quedarse con una representación puramente testimonial en el Parlament. Miedo a desaparecer.

Y, si quien canta sus males espanta, Iceta ha bailado todos éstos meses tratando de conjurar una muerte política anunciada.

No hay marcha atrás

Iceta, hombre culto, sabe que en política todo vacío tiende a llenarse rápidamente. Es lo que le ha pasado al PSC en los numerosos municipios en los que había gobernado cómodamente hasta ahora, actualmente en manos de Esquerra, Podemos, sus marcas blancas, las CUP o alianzas entre los tres. Pero la lógica de su mentalidad brillante – es uno de los políticos más inteligentes de España – cede ante sus filias y sus fobias. Pasional hasta la médula, se ha empeñado en buscar una solución al problema del PSC y del PSOE formulando apuestas arriesgadas, como la Operación Borrell, que debería culminar en la candidatura del ex ministro socialista a la presidencia del gobierno. Ya ha ido moviendo algunas piezas en ése sentido, y la menor no es que el actual Secretario General de la UGT sea Josep María Álvarez, hombre de su máxima confianza.

Decimos esto para constatar que al PSC le interesa, y mucho, la política española a pesar de los pesares. Iceta no renuncia al entrismo, a la vieja táctica del Caballo de Troya, a las tesis de Narcís Serra de ir ocupando peldaño a peldaño los escalones que llevan hasta La Moncloa. Hasta la fecha no le está dando muy buen resultado, si vamos a lo total, pero en pequeñas parcelas nadie le negará que ha posicionado muy bien a personas de su entorno, con las que mantiene una relación personal basada una lealtad incuestionable. Véase el caso de Jaume Collboni, el líder socialista barcelonés, que está destacado en el ayuntamiento como socio de Colau para intentar frenarla.

Nada de esto augura, sin embargo, un porvenir halagüeño para los socialistas en Cataluña. Si se rompe la relación PSC-PSOE, malo. Si no se rompe, malo también. Los derechos a decidir han empapado y envenenado la vida política de tal forma que ahora no hay quien los detenga. Qué ironía. Iceta, partidario del viejo centrismo democrático, de las ejecutivas fuertes, del aparato sólido al que nadie discute – recuerdo muy bien su etapa en la secretaría de organización junto a Josep María Sala, porque yo estuve junto a ellos -, se erige ahora en defensor de las consultas a las bases. Sabe que éste es un camino que no tiene marcha atrás y sabe también que, ya que de bailar se trata, a él le ha tocado hacerlo con la más fea.

Dios ciega primero a los que quiere perder. Una pena.