“¿Por qué no te mueres de una vez?”, increpa un personaje a Ethan Hunt (Tom Cruise) en un momento de Misión Imposible: Fallout, sexta entrega de la franquicia iniciada en 1996. La anterior frase, más allá de que resulta, en el contexto en el que surge dentro de la acción, ciertamente cómica, posee no pocas connotaciones con relación al personaje de Hunt y, por extensión, de Cruise como actor, dado que, en esta nueva entrega, continúa lo expuesto en Misión Imposible: Nación secreta (2015), de la cual es secuela directa, también dirigida por Christopher McQuarrie, en cuanto a reflexión a través de la acción alrededor de la identidad del agente y su dedicación. Y del propio Cruise como actor/estrella en cuanto a lo que representa dentro del contexto del cine actual.

Aunque algo inferior a la anterior en algunos elementos, la nueva entrega resulta, sin embargo, un espectáculo de gran entidad y una pieza magnífica de una franquicia que, a diferencia de la mayoría, ha sabido crecer con el paso de los años aumentando el interés y la calidad con cada propuesta. Desde la tercera entrega, la dedicación de los implicados, con Cruise a la cabeza -no solo en calidad de estrella protagonista- ha ayudado a revitalizar la saga en cada producción. No se puede negar que la trama en la que se sustenta Misión Imposible: Fallout es algo menos elaborada en comparación con su predecesora, mucho mejor armada en cuestiones de guion e intenciones en su cohesión interior. De hecho, todo su arranque produce extrañeza en su voluntaria fragmentación, con un montaje que acelera acontecimientos de manera casi mecánica. Sin embargo, cuando arranca la acción, una vez que los personajes se encuentran en París, la película comienza a cobrar dinamismo y fuerza, tanto que irá enlazando situaciones sin apenas detención hasta conducir al espectador a una persecución por las calles parisinas que resulta antológica. Y no será la única a lo largo de un metraje que, aunque roza las dos horas y media, no solo no agota, sino que presenta un ritmo medido a la perfección.

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McQuarrie imprime a las secuencias de acción un espléndido ritmo musical y cinematográfico, ya presente en la anterior, como también lo estaba, en su primera colaboración con Cruise, Jack Reacher (2012), la reflexión sobre la relación entre Cruise y el personaje que interpretaba. Desde luego, en los últimos años, y con la excepción de La momia (2017), no se puede negar que el actor está sabiendo crear conexiones con los directores que trabaja -como con Doug Liman- y conformar un ecosistema de producción que está sirviendo al actor para, a pesar del paso del tiempo, ajustarse al modelo de personaje en el que se mueve, como en las dos últimas entregas de la franquicia que nos ocupa, algo que conduce la película hacia un final que no es tanto una reivindicación de su figura como la (auto)afirmación de que, su presencia, sigue siendo insoslayable en el cine actual. Porque Misión Imposible: Fallout funciona en todos sus elementos, con largas secuencias que abrazan un sentido total de abstracción a la hora de conformar un territorio fílmico idóneo para su acción. Asumida la exageración implícita desde siempre en el modelo, a pesar del hiperrealismo que poco a poco ha ido imprimiéndose en las imágenes de la franquicia, la película de McQaurrie lo asume de manera casi natural e idiosincrásica en tanto a que apuesta por una acción excesiva y que posee la sombra que se cierne sobre el personaje de Hunt, atrapado en su identidad, tanto en lo que es como en lo que nunca podrá ser. Como la película en sí, como la franquicia, porque Hunt es ella, su sentido último y, por tanto, lo es en última instancia el propio Cruise, rodeado de un buen elenco, cada cual en su papel gravitando a su alrededor, con especial atención al de Ilsa (Rebecca Ferguson), el cual ha venido a revitalizar el de Hunt a modo de complemento y, sobre todo, de cuestionamiento.

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En cierta manera, Misión Imposible: Fallout quizá posea menos elegancia escénica que la anterior, pero persigue una imagen, a su vez, más perfecta como película de acción en su sucesión de set pieces variadas, alargadas todas ellas de manera perfecta bajo un sentido, como decíamos, de gran abstracción, asumiendo su naturaleza de gran espectáculo y reivindicándola en su ficción y en su acción sin vacilaciones de ningún tipo. Algo así ayuda a que estemos ante una de las mejores películas vistas en este año y que pone de relieve que dentro del cine de acción actual, en general, anquilosado en fórmulas repetitivas, el equipo de Misión Imposible: Fallout es capaz, precisamente, de tomar un modelo previo para conducirlo hacia nuevos derroteros y, ante todo, sin ceder un ápice a una idea de pleno disfrute visual, cinematográfico, que sin estar reñido con elementos argumentales que busca ese sentido reflexivo, finalmente, lo que queda es un magnífico sentido de cine total.