Unas elevadas temperaturas muy impropias de estas fechas, todavía de primavera, han sumido a España, en los últimos días, en el calor y en la preocupación (estamos en alerta). Y ante este panorama, nuestro cerebro sufre una contradicción: hay más horas de luz, y eso es positivo para él, porque aumenta su producción de serotonina, una hormona presenta en las neuronas que realiza funciones neurotransmisoras. Sin embargo, pese a los beneficios de la luz, la doctora Marisa Navarro, terapeuta y autora de los libros La Medicina Emocional y El efecto tarta, advierte de que el calor puede anular esos buenos efectos, pues el cerebro funciona bien hasta 35 y 40 grados, pero por encima de estas temperaturas comienza a no actuar adecuadamente.

Cerebro agotado en cuerpo agotado

Entre las consecuencias de este funcionamiento irregular, cansancio, apatía, mal humor, irritabilidadm un aumento de la impulsividad e incluso ansiedad. Además, el cuerpo tiene que mantener una temperatura que oscile entre los 36 y 37 grados, por ello cuando ocurren cambios de temperatura bruscos, el cerebro necesita hacer un gran esfuerzo para regularla, lo que aumenta la sensación de cansancio.

El viento no ayuda

Y para emporar las cosas, el viento. Los días en que sopla un viento del sur seco y terroso, cargado de iones positivos, la situación se agudiza, según la mencionada experta, para los trastornos depresivos, la irritabilidad, la agresividad y la excitación nerviosa. Con todo, si estamos sanos, lo normal es que nos adaptemos al clima en pocos días. Pueden ayudar a lograrlo las comidas sanas y ligeras, descansar adecuadamente, echar la siesta siempre que se pueda y no salir a la calle ni hacer ejercicio en las horas de máximas temperaturas.