Con su nueva película, Dos días, una noche, Jean-Pierre y Luc Dardenne entregan una historia íntima pero coral para acercarse a los estragos de la crisis económica. En este ocasión, han contado con Marion Cotillard como protagonista.

 

EN BUSCA DE VOTOS

 

 Por Israel Paredes


 El título del nuevo trabajo de los hermanos Dardenne, Jean-Pierre y Luc, Dos días, una noche, es el tiempo que tiene Sandra (Marion Cotillard) para convencer a sus compañeros de trabajo para que voten a favor de su permanencia en la fábrica en detrimento de cobrar una prima. Durante un fin de semana, irá visitando a todos ellos para solicitar ese voto que permita que no pierda su trabajo, escuchando los porqués de cada uno de ellos para decantarse por un voto u otro mientras que Sandra debe enfrentarse a su no todavía superada depresión que la alejó del trabajo para, al regresar, descubrir que su jefe ha comprobado en su ausencia que el funcionamiento de la fábrica puede ser el mismo ahorrándose un puesto de trabajo. El suyo. Un planteamiento narrativo de arranque aparentemente simples pero que esconde, en su desarrolla, una gran profundidad.



Los Dardenne se encuentran en el olimpo del cine europeo del que parece imposible descenderles. Se han ganado, tras casi treinta años de carrera, el estar ahí. Su propuesta, tanto ideológica como estética, indisociable en su caso, ha abierto puertas, ha mostrado cómo acercarse a la realidad y a sus problemas desde una postura bien diferente a la que muchos cineastas promulgan, más asentados en el discurso-mitin de una sola dirección, más pendiente de epatar al espectador que en incomodarle y hacerle pensar. Los Dardenne conciben el cine como vehículo para transmitir ideas y narrar situaciones, no como herramienta para convencer a nadie de nada. Sin embargo, desde El niño (2005), han variado en busca de otras fórmulas. En El silencio de Lorna (2008) probaron con el thriller; en El niño de la bicicleta (2011) con la fábula infantil para un relato sobre la naturaleza de la maternidad.

Ahora, en Dos días, una noche, parecen regresar a un tiempo anterior de su cine, sin embargo, resulta evidente que los Dardenne pretenden con su nueva propuesta llegar más allá sin perder su personalidad. Trabajar con un rostro tan conocido como el de Cotillard en vez de con actores menos o nada conocidos, tiene sus riesgos, pero también sus recompensas. Habrá quien, desde cierto purismo, ataque la búsqueda de equilibrio de los Dardenne para mantener su visión del cine y de la realidad, que es casi la misma, y llegar a un público más amplio, pero lo cierto es que lo consiguen aunque ciertas concesiones sean patentes.



Dos días, una noche se mueve entre el sentido cíclico y monótono de las entrevistas de Sandra con sus compañeros, importando tanto estas como su deambular por las calles, y su lucha personal por salir de la depresión. Su lucha es personal, íntima, pero afecta a un pequeño y variado grupo de personas. Los Dardenne se centran en una empresa pequeña, evitando de este modo el tener que incluir temas sindicales, por ejemplo, atendiendo a algo básico en su cine: la responsabilidad de las decisiones personales ante cuestiones éticas. Cada personaje expresa sus decisiones, sus motivaciones, creándose una mirada poliédrica en la que el maniqueísmo no tiene lugar. Todos y cada uno de ellos, podría decirse, tienen razón. Y todos y cada uno de ellos están afectados por una decisión que alguien ha tomado y que ha ocasionado un enfrentamiento. Los Dardenne se toman su tiempo para narrar algo que en apariencia apenas tiene peso argumental, y sin embargo consiguen construir un relato bien armado y sólido, con tiempos intermedios para mostrar a Sandra en su cotidianidad (los cineastas belgas saben cómo pocos introducirse en las casas y el mostrar los pequeños detalles que dan forma a una vida). Cotillard se encuentra con un papel magnífico para el lucimiento, quizá demasiado, pero lo resuelve con la solvencia de una gran actriz que sabe que tiene algo importante entre las manos.

El juego con el tiempo, pues el lunes se procederá a una nueva votación, crea un cierto suspense (¿podría ser Dos días, una noche un thriller en realidad?) con el que los Dardenne apenas juegan pero que sirve para aumentar la tensión del personaje, pero también supone un itinerario hacia una toma de conciencia, la de Sandra, y hacia una resolución que, al final, importa menos que aquello que se ha ido narrando. Con su apuesta por la cámara en mano como estética narrativa, algo que tienen ya más que dominado tras tantos años, los Dardenne son capaces de imprimir a la película un toque tan nervioso como pausado, buscando siempre un distanciamiento con respecto a los personajes y que nos permite ser observadores, como en el fondo ellos mismos se consideran. Porque están interesados en que seamos nosotros quienes saquemos conclusiones, quienes recapacitemos; en realidad, lo ponen bastante más difícil de lo que en un primer momento puede parecer.



La crisis económica surge de lo personal y se aleja de los grandes discursos y del comentario panfletario. Los Dardenne apunta a las decisiones personales, ejemplificada en esa votación grupal pero que está conformada por individualidades, cada una de ellas con sus problemáticas y sus dudas. Su visión es la de una realidad compleja en la que es importante tomar decisiones, adoptar posturas. La secuencia final resume a la perfección todo lo anterior, porque Sandra sabe que el camino que ha recorrido ha sido duro y el que deberá recorrer lo será aún más, pero también ha entendido que hay que recorrerlo. Y que en esa lucha personal quizá no sea tan importante, o no solo, aquello que se consigue sino la pelea en sí misma. Mientras tanto, los Dardenne, han conseguido otra gran película.