Durante la campaña en Egipto en 1799, Napoleón quiso hacer parada en la Pirámide de Keops donde, al parecer, pasó la noche en la Cámara del Rey. Cuentan que permaneció siete horas en su interior y que al día siguiente, al amanecer, cuando su figura salió al exterior, tan solo acertó al responder a las preguntas de sus colaboradores más cercanos que “Aunque os lo contara no me ibais a creer”. Es en cierta manera la sensación que desprende La ciudad del trabajo, el nuevo film-ensayo de Guillermo G. Peydró, autor de los magníficos El jardín imaginario (2012) y Las variaciones Guernica (2012) cuando se adentra en las estancias y rincones del edificio de la Universidad Laboral de Gijón.

Peydró propone una lúcida reflexión entre pasado y presente a partir del complejo arquitectónico diseñado por Luis Moya Blanco a mediados de la década de los años cuarenta sobre el que el cineasta madrileño apunta: “Iniciado como un proyecto de orfelinato para hijos de mineros, para paliar el descontento por el alarmante incremento de muertes de mineros en accidentes –cuando Franco decide multiplicar la producción de carbón con vistas al autoabastecimiento del país–, pronto terminó convirtiéndose en otra cosa: el edificio más grande de España, del doble de tamaño que El Escorial, con una plaza central de las dimensiones de la plaza de San Marcos de Venecia, una torre inspirada en la Giralda de Sevilla, o la iglesia de planta elíptica más grande del mundo”.

 

Para ello, el cineasta establece un diálogo entre las imágenes del edificio en el presente, recorriendo sus recovecos y sus salas, utilizando la cámara casi como si fuera un microscopio, y los sonidos del pretérito procedentes de noticiarios del NO-DO y de diálogos de las numerosas películas rodadas en aquella época impregnadas con el espíritu propagandístico del régimen. Diálogos plagados con referencias patrióticas, alusiones críticas al comunismo, a la exaltación de los valores religiosos o al papel que deben de desempeñar tanto la mujer como el hombre en la sociedad.

La ciudad del trabajo es un penetrante viaje al subconsciente de una época a través de un quimérico proyecto, un sutil diálogo con los fantasmas del pretérito a través de sus vestigios, y no solo los arquitectónicos, sino también documentales, porque Peydró rescata la revista que publicaban los alumnos del centro, La torre, en la que también se hablaba de cine. Un orfelinato minero que durante su construcción acabó transformándose en la Universidad Laboral de Gijón para ofrecer enseñanza técnica y superior a mil alumnos en régimen de internado y cuya dirección se le encomendó a la Compañía de Jesús. En definitiva, como apunta el cineasta en voice over, “Un resumen sublimado del futuro del país. Del futuro ideal del país. Un futuro teórico, sobre el papel. Un proyecto teórico dibujado y construido fuera del mundo real”.

 

Sin embargo, una de sus muchas paradojas es que ese imponente centro de enseñanza destinado a formar a los hijos de los trabajadores dentro de la doctrina nacional-católica jamás fue visitado por el General Franco.