Quizá por los cantos de sirena del consumismo y ese falso estatus que proporciona lo material, adornado en la mayoría de las ocasiones por trajes caros, dispositivos de última generación o casas de ensueño, el ser humano suele olvidarse de lo esencial: el hecho mismo de vivir. Hasta que un incidente fortuito produce una fisura que le hace replantearse su existencia como es el caso del protagonista de Demolición, Davis, a quien pone rostro un magnífico Jake Gyllenhaal, un ejecutivo de éxito que trabaja en la compañía financiera que dirige su suegro (Chris Cooper) y propietario de una casa de diseño en una zona residencial, cuando sufre un accidente de tráfico en el que fallece su mujer.

Ya el propio título, Demolición es en sí una metáfora. Demoler para derribar lo que se ha construido en falso y volver a empezar de nuevo. Proceso que inicia Davis a través de las cartas de reclamación que envía a una compañía de máquinas expendedoras a causa de un insignificante percance que ha tenido con una de ellas. Cartas que acaban transformándose en una suerte de diario íntimo, cartas con las que el protagonista comienza a tomar conciencia de sí mismo, de su vacío existencial, de una vida que se ha dejado arrastrar por la inercia, de la apatía por la que ha transitado su matrimonio a causa de su indiferencia. Algo que se pone de manifiesto tras el funeral, cuando Davis, ante un espejo, es incapaz, a pesar de sus esfuerzos, de llorar la muerte de su mujer.

 

Demoler, desarmar lo que se quiere reparar para ver lo importante y después volver a ponerlo en su sitio, como le aconseja su suegro. Y Davis desmonta la nevera averiada, la nevera sobre la que su mujer le habló instantes antes del accidente; después una de las puertas del baño de su oficina, con la excusa de que hacía poco tiempo que se había dado cuenta de que esta chirriaba cada vez que entraba; luego su ordenador… “Estoy empezando a notar cosas que nunca antes había visto. Bueno, quizá si las vi. Pero no estaba prestando atención”, confiesa en un momento dado.

Y su encuentro con Karen (Naomi Watts), una mujer que parece buscar un sentido a una vida poco alentadora, con un modesto trabajo y un hijo adolescente, Chris (Judah Lewis), también en pleno proceso de reafirmar su identidad, un personaje que posee muchas afinidades con el joven protagonista de C.R.A.Z.Y (2005), la película que dio a conocer a Jean‑Marc Vallée, autor además de Dallas Buyers Club (2013) o Alma salvaje (Wild, 2014) entre otras.[[{"fid":"49112","view_mode":"default","fields":{},"type":"media","attributes":{"style":"font-size: 1em;","class":"img-responsive media-element file-default"}}]]

Pero es en esa obsesión del personaje por desmontar objetos cuando el film muestra sus debilidades en el sentido que Vallée fuerza tanto la metáfora que hay situaciones que acaban rozando el artificio y con ello perdiendo cierta credibilidad.

Sin embargo, más allá de estas cuestiones, Demolición es una atractiva reflexión sobre la vida del hombre contemporáneo, una vida dominada por lo superfluo, la apariencia y lo material. De ahí quizá ese otro elemento metafórico, el antiguo tiovivo, como una suerte de regreso al origen, a la infancia.