En las Artes Escénicas, el sendero se bifurca –parafraseando a Borges- en dos tradiciones. Por un lado, la del teatro de texto, heredera de Stanislavsky. Y por otro, la del teatro simbólico, que prescinde parcial o totalmente de la palabra y comunica por medio de los elementos escenográficos, la luz y la música; una fórmula, esta segunda, heredera de Gordon Craig.


Actualmente, hay toda una tropa de grandes dramaturgos y escenógrafos que desfila por el segundo camino: Robert Wilson, Arianne Mnouchkine, Peter Brook o Philippe Genty. Tenemos la gran suerte de que este último esté de gira en España estos días, en los Teatros del Canal de Madrid, con su célebre espectáculo No me olvides.


En los montajes de Genty (Francia, 1938), que es un gran poeta de la imagen, convergen la danza, los títeres, la pantomima, las comedias mudas, los desfiles de moda y el arte de la performance. Todo, para trasladar a escena la dialéctica de los sueños. Los espectáculos que produce el autor, de la mano de su mujer, la coreógrafa Mary Underwood, no tienen trama, no tienen una narración explícita, porque tampoco la tienen los sueños. Con un lenguaje visual al 100%, Genty nos presenta ambientes oníricos, fantásticos, con un dadaísmo que recuerda al de Tadeusz Kantor, basados en ilusiones ópticas y muy, pero que muy poéticos. Unos ambientes ideados para resultar sugerentes, destinados a la recreación estética y a detonar la asociación libre de imágenes.


La pieza No me olvides, sin duda una de los platos fuertes de esta temporada escénica, la creó en 1992, aunque, después de girar con ella por los cuatro continentes, volvió a reescribirla veinte años más tarde. Se trata de un cuento circular, que termina como empieza. Es una secuencia de bailes con acciones episódicas que erupcionan intermitentemente, y en la que una decena de cómicos bailarines se despliega por un escenario aparentemente nevado. Cada uno carga con una marioneta que es su réplica a tamaño real. Su imagen idéntica, hasta el punto de que, por momentos, se hace difícil distinguir qué figura es el muñeco y cuál es la de carne y hueso. Consciente e inconsciente bailando juntos. Se suma, además, al conjunto una serie de monos antropomorfos, aparentemente representando los monstruos que alberga cada subconsciente.


Al principio, el cuerpo de baile se mueve de manera acompasada. Pero pronto, los componentes rompen filas y cunde el surrealismo. O el realismo mágico, habida cuenta de que los hombres, vestidos con traje y bombín, parecen recién salidos de un cuadro de Magritte, y las mujeres, con vaporosos vestidos blancos y alas de quita y pon, evocan a Loïe Fuller, la creadora de la danza moderna. Entre edredones de nieve, bolas gigantes con vida propia, monos y vapor, se desatan los instintos, y asistimos a un combinado de escenas, de grandísima belleza, donde se alternan la ternura y la diversión, el amor y otras inclinaciones menos nobles como la necrofilia. Es el hombre enfrentado a sus represiones. Es el sinsentido de los sueños. Acompaña el baile una espléndida música de René Aubry, colaborador habitual de Genty, con un estilo muy a lo Yann Tiersen.


Hablemos del espectáculo con Mary Underwood.


¿Cómo comenzó su colaboración con Phillippe Genty? Phillipe había hecho una gira mundial en los años 60, en un coche dos caballos, rodando un documental sobre los titiriteros de cada país, gracias a la financiación de la UNESCO. Aprendió mucho de esa experiencia, digamos que supuso el germen de los espectáculos que comenzó a hacer después, experimentando con el lúdico universo de las marionetas, combinado con cabarets y revistas de music hall que le permitían financiar su empresa, y que le sirvieron de gran entrenamiento para mantener el ritmo en los espectáculos y en crear efectos de ilusión óptica. En ese punto nos conocimos. Yo era bailarina. Y vine a aportar la dimensión coreográfica y de danza a la compañía de Phillippe.


¿Cómo es el trabajo conjunto? Si te refieres al día a día, trabajamos muchas horas a diario, salvo cuando salimos de viaje. Consagrar tanto tiempo y esfuerzo a lo que deseas poner en marcha es la única manera de verlo realizado. Nos levantamos temprano, y nos ponemos a ello después de hacer yoga. En cuanto al proceso creativo, Phillippe tiene la idea, la esquematiza, y solo después intervengo yo, para crear los números coreográficos y musicales con él. Digamos que él se encarga de la materia prima, y luego fantaseamos juntos. A menudo, sobre la marcha, durante pruebas y ensayos con los bailarines.


Temas recurrentes en sus espectáculos son las luchas de las personas contra sí mismas. Sí, luchas que a menudo no se externalizan, que se mantienen incluso atrapadas en el inconsciente, y salen a flote durante sus sueños, el momento que evocan nuestras obras. Lo que nos interesa no son conflictos de unos seres humanos con otros, sino los conflictos con ellos mismos, con sus monstruos.


Genty se ha referido a menudo a sus propios “monstruos” como el origen de su teatro, de su interés por el inconsciente. Lo marcó la muerte de su padre, cuando era un niño de seis años, a raíz de un accidente de esquí en los Alpes, donde vivían. Su madre tardó un año en comunicarle el fallecimiento. Phillippe estuvo traumatizado durane muchísimo tiempo, culpándose de la muerte de su padre.


Es una lectura muy propia del psicoanálisis. ¿Está influido Genty por esas teorías? Las conoce, es experto en Lacan y Freud, y sin duda han influido en él. Pero no creo que afecten a su arte, no quiere hacer ningún tipo de apología de ellas.


¿Cómo nace No me olvides? Se trata de un espectáculo que creamos hace veinte años, aunque lo hemos reescrito recientemente. Fue un proyecto que inicialmente hicimos con un grupo de talentosísimos estudiantes de Noruega, y la idea de la que nació era la de un hombre desenterrando recuerdos de la nieve que se acumulaba en su trineo. La mezclamos con algunos de mis propios sueños. Nuestros espectáculos no tienen un significado unívoco, solo quieren resultar sugerentes al espectador. Son ambiguos, y a cada persona le hacen pensar algo diferente. No me olvides evoca el mundo de los sueños, la reaparición de recuerdos que tenemos enterrados, los devaneos mentales que nos provoca el amor, el deseo de desafiar a la muerte, los traumas infantiles. Todo, por medio de personajes a veces humorísticos y a veces conmovedores. Hay monos que se ríen de nosotros, con los que estamos en conflicto, que son nuestros monstruos.


Hay unos doce intérpretes en escena… más sus dobles a tamaño natural. Esa parte nace de nuestra fascinación hacia los límites ente lo animado y lo inanimado. De buscar la ilusión en la realidad. Es la vida y su espejismo. Lo consciente y el inconsciente. Lo que somos, lo que pretendemos ser, nuestros sueños e ilusiones, lo que los demás piensan de nosotros… Además, manipulando objetos y marionetas, cuando nadie nos ve, podemos dar rienda suelta a deseos oscuros, que ocultamos. Erotismo, canibalismo, necrofilia… De todo puede desenterrarse en No me olvides.


Su teatro es muy particular. Muchos lo consideran inclasificable, por la mezcla de teatro y baile que contiene. ¿Cree que hay poca voluntad de innovación, como la de ustedes, en las artes escénicas actuales? No diría eso. Creo que el que hacemos nosotros es un arte muy concreto, que busca establecer puentes entre distintas artes (teatro, danza, mimo). Pero es solo un tipo de arte de entre los muchos que son posibles. Sin duda vivimos en sociedades que reprimen bastante los instintos, lo cual tiene su reflejo en las artes. Pero también es una sociedad artísticamente muy ecléctica, lo que se traduce en que existan muchos tipos de artes escénicas. Hay una gran oferta para todos los gustos. No creo que el escenógrafo tenga ninguna obligación concreta de seguir un camino específico.


¿Conoce el teatro español? La verdad es que no…


Philippe Genty creó su compañía en los años sesenta, en un momento convulso para su país, el de la revuelta estudiantil del 68. ¿Se parece en algo aquella época a la actual? Bueno, sí hemos visto algunos movimientos sociales, sobre todo a raíz de la crisis. Pero creo que en los años sesenta ese tipo de movimientos eran más colaborativos, y ahora se plantean más desde la competición. Supongo que se debe a la evolución en el desarrollo del capitalismo que hemos vivido desde entonces hasta ahora, y al individualismo que ha ido parejo a él.


No me olvides. Teatros del Canal de Madrid. Hasta el 22 de febrero. www.teatroscanal.com