Si en Las criadas, Darío Facal integraba en la acción la distorsión mediática propia del siglo XXI, y en Las amistades peligrosas le añadía rock and roll al sexo y las drogas que planean sobre la correspondencia que creó Choderlos de Laclos, en El sueño de una noche de verano sumerge al espectador en ese clima mágico, hechizante y hechizado de la obra a partir de unas gafas 3D. Genial idea y genial efecto.

Al final de El sueño de una noche de verano, una obra que ya desde el título advierte de su misticismo, el personaje de Puk, el duende del bosque, pide al público que, si se ha ofendido con el juego que compone la trama de la pieza, lo recuerde meramente como un sueño. Y es que una atmósfera onírica y mágica domina esta creación de Shakespeare, muestra del interés del autor por la mecánica de los sueños y los impulsos irracionales, que, además de ser la más cómica entre todas las que escribió el bardo inglés, posiblemente sea también la más extraña, y no solo se distancie así de sus trabajos anteriores, sino también, con su corte innovador, del teatro isabelino, del teatro del Renacimiento inglés.

La manera como Darío Facal, uno de los dramaturgos más interesantes y visionarios de nuestra escena actual, se acerca a los clásicos, es modernizando su lenguaje. El argumento de éstos, lo que cuentan, son temas inmortales, que trascienden en el tiempo y nos implican todavía hoy. Por algo son clásicos. Así que solo ha de adaptarse a nuestros días, parece decirnos Facal, el vehículo por el que nos trasladan ese mensaje. El código de comunicación con el espectador. Y si, en Las criadas, Facal integraba en la acción la distorsión mediática propia del siglo XXI, y en Las amistades peligrosas le añadía rock and roll al sexo y las drogas que planean sobre la correspondencia que creó Choderlos de Laclos, en El sueño de una noche de verano sumerge al espectador en ese clima mágico, hechizante y hechizado de la obra a partir de unas gafas 3D. Genial idea y genial efecto.

Con esta versión del clásico de Shakespeare, Facal se ha encargado de inaugurar la XV edición del Festival de Teatro Clásicos en Alcalá, que se desplegará, hasta el 5 de julio, en diversos escenarios de Alcalá de Henares, y cuya programación completa puede visitarse aquí. Es una espléndida e hilarante versión del clásico de Shakespeare, que goza de un excelente ritmo incluso en el momento más difícil, a la hora de representar, en el último tercio de la pieza, ese pequeño entremés que resume la esencia de la trama principal, en otro juego, esta vez metateatral, que se marcó el dramaturgo inglés más célebre.

De entre los elementos del montaje destaca el reparto, en el que no falla ni un actor, aunque sobresalen Óscar de la Fuente, Vicente León, Paco Ochoa y Emilio Gavira, que, en su papel demiúrgico de Puk, tiene la facultad de alimentar –y mucho- esa pátina surrealista de la obra, de la misma manera que lo hizo recientemente en el Fausto de Tomaz Pandur. Actores que encarna una maraña de personajes que Shakespeare fue yuxtaponiendo, contrastando unos con otros: hay bajitos en contraste con los altos; hay bromistas en contraposición con quienes sufren las bromas; hay guapos y grotescos; hay hadas elegantes y mágicas, y artesanos torpes; etc.

Unos personajes a los que Facal ha puesto a comer fruta constantemente durante la función, probablemente no solo por la época del año en la que se ambienta la trama, sino también como evocación de sus atributos más extraordinarios, los mitológicos. Y es que Shakespeare se basó en la mitología griega para idear a buena parte de sus protagonistas (Teseo, por ejemplo, se basa libremente en el héroe griego del mismo nombre, y la obra está salpicada de referencias a griego dioses y diosas), y también en hadas de los cuentos tradicionales ingleses (el personaje de Puck, o Robin Goodfellow, era una figura popular en los cuentos del siglo XVI). Aunque otros proceden de textos clásicos: Titania proviene de las Metamorfosis de Ovidio, y Oberón puede haberse extraído de la novela medieval Huan de Burdeos, traducido por Lord Berners a mediados de la década de 1530.

Y como no podría ser de otra manera en una pieza de Facal, el dramaturgo demuestra, una vez más, su agudeza estética, su talento en la escenografía. El colorista decorado es perfecto para acoger las escenas que se suceden ágiles, rápidas, como en tantas obras de Shakespeare y de su época, que, junto con el verso blanco, confirió a la poesía la espontaneidad de la conversación y la naturalidad del recitado, e inspiró, más adelante, al cine.

Un feliz y fantástico montaje para recordar este clásico que se burla de las aflicciones que sufren los enamorados. Para tomarse a broma el amor.

Hasta el 12 de junio en Matadero Madrid www.mataderomadrid.org