Haga usted la prueba. Cualquier mención a Los Del Río provocará una sonrisa a su interlocutor. Una sonrisa de condescendencia. Como el que recuerda un fenómeno un tanto freak. Pero no cabe duda de que los que finalmente ríen mejor son estos dos tipos de Dos Hermanas que han vivido como estrellas del rock.

El día es de los que hace dudar de que la lluvia en Sevilla sea pura maravilla, pero a ellos les da igual. Llegan a la plaza de El Salvador en coche de caballos el día antes del inicio de la Feria. Se arrancan con su nueva versión de Sevilla tiene un color especial , en la que, 26 después de aquel éxito que tanto sonó en la Expo, ahora incorporan la mención del color naranja, que, de la mano de Tanqueray, han descubierto que define a Sevilla, a raíz de un estudio tecnológico que ha realizado la marca de ginebra, que además lanza una variedad de su bebida mimetizándose con la capital andaluza. A ella hemos viajado un grupo de periodistas. Allí estamos con Los Del Río en la Plaza de El Salvador, y esa misma noche asistiremos a un gran evento en el Hotel Alfonso XIII, en el que los músicos presentarán la canción en concierto. Y vemos cómo, en segundos, la plaza es un remolino alrededor de Los Del Río. “Sevilla… era una canción que César Cadaval, de los Morancos, tenía ahí medio olvidada. Nosotros le dimos la alegría y el tono”.

En el discurso de Antonio Romero abundan los mensajes sencillos, los valores fácilmente comprensibles. “Familia, humildad, respeto, hogar, verdad”, en esa acepción tan andaluza. Y ellos saben que ese es su secreto. “Nosotros hemos llevado la música flamenca al pueblo. Y el pueblo nos lo ha agradecido”, apunta Romero. “Sevilla… es una canción más de la gente, de los sevillanos y andaluces, pero Macarena es universal”, describe acompañando sus palabras con toreros movimientos de manos. “Porque nuestro éxito se debe a que llevamos alegría entre tanto odio”, sentencia poniéndose muy serio unos segundos.    

En su relato aparecen personajes que dejan sin aliento. Sus inicios en el Madrid de los sesenta junto a Paco de Lucía o Camarón. Luego Lola Flores, Rocío Jurado, la madre Teresa de Calcuta o Juan Pablo II. Sin embargo, no conocieron a Bill Clinton. Y él fue quién lo empezó todo, cuando Macarena puso a bailar a toda la triunfante convención demócrata de 1996 en Chicago, futuro presidente incluido. “Aquello fue la bomba”, recuerdan con la mirada perdida.

Catorce semanas en el número uno en Estados Unidos, número 1 en el Billboard Latin histórico, millones de reproducciones en YouTube y una herencia que Los Del Río no dudan en apuntar. “Sin duda alguna, gracias a Macarena se vive en Estados Unidos el actual boom de la música latina”, se atribuye con convencimiento Rafael Ruiz. “No solo eso”, añade Romero, “en Miami hay una hermandad de la Macarena con 2.000 cofrades que sale en procesión, fíjate la influencia de Macarena”. Y para rematarlo, dentro de unos días recogerán el premio Billboard en el vigésimo aniversario del tema.

Ambos cuentan, divertidos, anécdotas de aquella época. “Nos llevaron a actuar a un estadio en Illinois, creo. Nos subieron a una plataforma y de pronto aparecieron 40 chicas impresionantes. Se pusieron a empujar la plataforma hasta que la sacaron en medio del campo. De pronto allí estábamos, arrastrados por 40 chicas guapas y ante 50.000 personas que gritaban”, rememora Antonio Romero. Aún así nunca les tentó establecerse allí. “Qué dices, hombre. Ni loco. Miami es todo artificial y Las Vegas no te cuento. Nosotros íbamos, hacíamos la gala, cobrábamos y nos volvíamos a Dos Hermanas”.

Los Del Río se ríen de los complejos. De los que piensan que su éxito es algo popular, en el sentido despectivo de la palabra. Pero sí hay actitudes que les duelen. “Sevilla tiene un color especial fue el himno de la Expo ’92 y ha envejecido mejor que ese evento”, denuncia Romero, que continua “pues ahora, en la celebración del 25 aniversario ni nos llamaron”. Y remata sin tristeza “tenemos actuaciones en México, en Holanda, en Alemania… y en España, nada”, y tuerce la cabeza dando a entender su conclusión.

Pero no hay lugar para el rencor ni el enfado en este sevillano. En seguida se arranca con una versión rumba del Rock de la cárcel, o perdón “es al revés, cualquier rocanrol no es más que una copia del ritmo de la rumba”, asegura mientras con una mano marca el compás con los nudillos sobre la mesa y con la otra vuelve a torear en el aire.