La Zaranda vuelve a hablar de la exclusión, de los marginados, en Ahora todo es noche, su nuevo y extraordinario montaje. Y con ellos, del desierto espiritual de nuestro tiempo. De nuevo, en un montaje con un aparente caos en escena que termina funcionando como el mecanismo del reloj, en una pieza que gira más en torno a un concepto que en torno a un argumento, tenebrista y basado en el humor absurdo. Esta vez, además, con ocasión de los cuarenta años de la compañía, se incluye una celebración del papel del teatro como catalizador de protestas sociales y justicias poéticas, con un grupo de sinhogar convertidos en Rey Lear. Entrevistamos a Eusebio Calonge, artífice de los textos de esta compañía de teatro popular a cuya dirección esta Paco de La Zaranda, y que integran tres actores de gran fuerza física, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez.

¿Ahora todo es  noche, es una metáfora de la crisis?

En cualquier caso sería de una crisis mucho más honda que la económica,  esta que desemboca en el aniquilamiento de lo espiritual, de lo verdaderamente humano, esta que suprime cualquier vestigio de humanismo de la enseñanza, de poética en la vida. En los países económicamente poderosos  la sedación o el rechazo ante el otro, es aún más abrumadora que aquí, donde solo se nos juzga por lo que tenemos.  Pero el teatro en sí nace de una gran crisis, en la ceremonia todo es religioso, es decir se religan danza, palabras, gestos, el sonido y las formas tienen una misma raíz, el teatro, el nacimiento de la consciencia teatral, que  se toma en su primer espacio, una fosa abierta y un coro de plañideras, eso se desgarra, el hombre ya no se dirige a un dios sino se cuestiona por su destino. Según lo entiendo esta es la gran crisis, en que como siempre en el teatro se refleja la época por la que se cruza, la realidad, la realidad siempre es frondosa, infinita, contiene el pasado y por tanto la semilla del futuro, al contrario de la actualidad, que es efímera, que nunca me interesó.

Una vez más, La Zaranda elige a unos personajes marginales, con los que podemos empatizar todos, ¿no?

Yo diría que los personajes lo eligen a uno, no podemos escapar de ellos, nos acorralan. Pero me gusta de esos personajes que tienen trascendencia, no solo un pobre discurso social sino que en el caso por ejemplo de los mendigos de esta obra, buscan una gloria, una justicia poética que quizás de este lado del horizonte no pueda darse, pero eso no los detiene, se contagian la posibilidad de una creencia, una fe común en el teatro.

Al final de la obra, se ve una celebración del teatro. ¿Cómo de maltratado lo ha dejado la crisis?

Si hablamos de la administración, el tratamiento es rigurosamente burocrático,  no importa tu labor como creador sino que  se entregue una cantidad de documentación desproporcionada, que lo convierte a uno en funcionario, ahí se reparte lo que los políticos designan, estos ya no necesitan del prestigio de la cultura, para sus fines, cuanto más embrutecidos, mas manipulable son las masas,  justo nuestra labor de artistas es sustraer de esa masa a ciertas personas para orientarlas hacia sí mismas.  La reflexión es lo único que puede detener esta endiablada maquinaria.  Ese dinero que se adjudica al teatro es para sostener ciertas coartadas, crean residuos para mantener una apariencia, pero el teatro no permea ya en la sociedad.  Su espacio ha sido usurpado por la banalidad, la frivolidad de los famosos. Lo peor es esa crisis de la que hablaba antes,  que ha rebajado al teatro al mundo del ocio, perdiendo su trascendencia, su poética, su lenguaje, cambiándolo por un corta y pega  moderno o por una prolongación del zapping de la tele. Ante todo esto, como dice desde el escenario unos de los personajes, “el teatro enterrará a sus enterradores” porque esa semilla nace con cada ser humano, esete es un motivo de esperanza, de celebración

Una vez más, la imagen tenebrista y el humor absurdo son parte de la identidad de la obra. ¿Qué aportan estos elementos al trabajo final?

creo que son parte de un lenguaje escénico peculiar, el de Zaranda,  tener un lenguaje es lo que verdaderamente crea un territorio, intangible por supuesto pero defendible, esos elementos, el tenebrismo, por ejemplo, no es un recurso técnico, sino poético, entiendo el tenebrismo como la luz que nace desde dentro del personaje, que lo contrasta con su propia imagen exterior, viendo a Ribera podemos apreciar esto con facilidad, allí la luz que ilumina es la del alma, las sombras son las del mundo. Por otra parte el humor es un vehículo para que el espectador pueda aceptar la obra con más facilidad, casi un anzuelo, cuando se dan cuenta de que se ríen es tarde, porque de algún modo lo han estado haciendo de ellos mismos. Porque de las miserias de las que hablamos son las de todos.  Creo que el humor en Zaranda es perturbador, no se presenta como escape, sino hacia dentro, hasta que deja de encontrar salida.

Cumplís cuarenta años como compañía, ¿cómo habéis cambiado vosotros, y cómo ha cambiado la escena española en este tiempo?

El tiempo nos ha hecho ganar en libertad en un concepto hondo, y eso quiere decir que tenemos más capacidad para adquirir con el teatro y la vida compromisos más vitales. La experiencia te hace saber que todo éxito es solo la prolongación de un fracaso, hemos recorrido muchos kilómetros en furgoneta como para que la vanidad nos alcance. Seguir arriesgando, creando en la tensión de la búsqueda de una revelación, lo que el teatro tenga que comunicarnos, es lo único que nos mantiene vivos. En 40 años dices bien  de la escena española, el teatro español ya apenas se da, nuestro teatro popular de tanta profundidad, de unas formas verdaderamente teatrales, recordemos la riqueza de imaginería  de los autos sacramentales, ya en desuso y cuando se hacen,  de manera museística, una estética sin poética, mero diseño, al que no mueve ninguna creencia grande detrás. O el sainete que relegamos como algo fácil, sobre todo los que no lo saben hacer, pero que tiene unas posibilidades de comunicación enorme, todo esto ha desaparecido sin que se haya profundizado, pero todo esto desechado será la piedra angular de un nuevo teatro.  Por lo demás las poltronas, la mediocridad, es la misma, se disfraza con modas y tendencias, y acaba en una chatarrería de novedades, nada de esto ha cambiado,  el teatro alternativo que en unos principios creó mucha dinámica prácticamente en su totalidad está capturado, neutralizado por lo oficial, como en todo hay quienes aun batallan contra molinos de viento. Lo peor es que han desaparecido las compañías, apenas quedan, porque son el verdadero germen del teatro y se han impulsado las producciones con artistas, que no conducen más que a la programación, no a la creación de nuevos lenguajes

En La Zaranda las obras se construyen entre sus cuatro miembros, ¿cómo trabajan? En La Zaranda trabajan todos los implicados en el proceso, que en muchos trabajos son más de cuatro miembros, por ejemplo en el anterior El Grito en el cielo se sumaron dos actrices.  Hay un texto previo,  pero los ensayos están para romper lo previsible. Contemplación, inspiración, revelación, creo sería nuestra tríada… y desde luego todo actor en Zaranda tiene que ser creador. Y para eso hay que arriesgarse, siempre digo, la fe es un salto en el vacío, y solo si saltas te crecen las alas. Siempre te ayudan otros creadores que al ser etermos acuden a tu tiempo, Bach, Shakespeare, Solana... y tantos atros que afluyen a tu obra

Es autor del ensayo El oficio de comunicar el misterio. ¿El teatro es eso? Esa es una parte del libro Orientaciones en el Desierto y claro todo creador es un mero trasmisor, de algo que necesariamente excede su razón,  de un misterio, puesto que siempre se encuentra  donde no se preveía.  Un misterio que debemos comunicar, trasmitir con toda la fidelidad posible hacia lo recibido. No es un método, la creación es un vuelo y esto no deja huellas, son aproximaciones desde la vocación  a las herramientas, es decir al oficio.