Kantemir Balagov debuta en la dirección, apadrinado por el realizador ruso Aleksander Sokurov, con Demasiado cerca, película ambientada en Nálchik, en la República Kabardino-Balkaria, durante los años noventa con el conflicto checheno de fondo de la historia a modo de contexto tan atmosférico como física que ayuda a aumentar la sensación malsana y sombría de una historia que plantea un escenario sobre el papel simple: el hijo de una familia judío-rusa es secuestrado junto a su novia y sus captores exigen una cantidad elevada para su rescate. Ambas familias, muy insertadas en apariencia en la comunidad judía de la zona, reciben ayuda del resto, pero no lo suficiente como para poder liberar a ambas jóvenes. Una solución, es casar a la hija, Ila (Darya Zhovnar), quien mantiene una relación con un checheno, con un judío a cambio de la dote económica que ayudaría a salvar al hermano.

Balagov plantea una película violenta en un sentido para nada físico y sí interno, mostrando a una comunidad, la judía, en continúa pugna con el resto de habitantes de la localidad, sin ser aceptados en una tierra en zozobra, llena de incertidumbre y con un racismo latente en el que no se atisba posibilidad de reconciliar a las diferentes partes. Sin embargo, toda la problemática social y política queda subyugada al entramado familiar, a partir del cual el director muestra ese contexto en un segundo plano que poco a poco va introduciéndose en lo íntimo.

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Adoptando un formato de imagen cuadrada, al cual diferentes realizadores están regresando de manera puntual, Balagov encierra a los personajes en el encuadre hasta convertir el primer plano en uno general: los rostros y cuerpos de los personajes acaban siendo el paisaje. Imágenes abigarradas y asfixiantes que proyectan, sobre todo alrededor de Ila, un mundo agobiante para una joven que no está dispuesta a ceder su libertad por cuestiones de sangre, de herencias. Actitud contestaría para nada fácil de aceptar dadas las circunstancias, pero Balagov persigue la ambigüedad en las acciones y en los pensamientos, no es condescendiente con ningún personaje, conduciendo la historia hacia una visión dura sobre el egoísmo y cierto fanatismo surgido del credo a pertenecer a un lugar o a una comunidad. Para Balagov, parece claro, eso puede conducir, y lo hace, a lo irracional, a unas emociones extremas que no conllevan nada positivo.

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Porque a partir de una historia particular –que el director basó en diferentes historias que conocía- Balagov entrega una sólida reflexión sobre los lazos casi tribales que confeccionan a los diferentes elementos sociales de su zona. En un momento dado, vemos a un grupo de chechenos ver un video –real- en el que unos soldados chechenos ejecutan a soldados rusos. El momento es anticlimático con respecto al resto de película, y por ello mismo, más que buscar el impacto debido a la dureza de las imágenes, persigue ejemplificar, de manera fehaciente, hacia donde conducen ciertas ideologías que, previamente, se ha ocupado de mostrar de manera clara pero en un contexto más íntimo. Porque en Demasiado cerca la violencia siempre está latente, incluso los abrazos, en ocasiones, parecen actos violentos, hirientes. Como el que cierra esta notable ópera prima entre una madre y una hija cuya cercanía corporal nada tiene que ver con la gran distancia interior que se ha creado entre ellas.