'Preservar la humanidad, la dignidad humana única e incontrovertible, cuando incluso los cuerpos, los colores que emanan de ellos, ya no parecen pertenecer a esa especie antaño llamada humana', así se refiere Mercedes Monmany, autora de Ya sabes que volveré, en su introducción a Auschwitz y después, de la dramaturga y ensayista francesa Charlotte Delbo. Palabras que podrían aplicarse también a las obras de las tres autoras que vehiculan el magnífico ensayo de Monmany: Etty Hillesum, Gertrud Kolmar e Irène Némirovsky.

 

La literatura concentracionaria, en toda su extensión, ha ido creciendo en nuestro país en los últimos años con ediciones de material literario hasta la fecha no solo complicados de encontrar, cuando no desconocidas, también perteneciente a géneros considerados de alguna manera, sino menores, sí menos dignos de atención que las biografías o las novelas (basadas o no en hechos reales). Hablamos de cartas, diarios, poemas, apuntes personales... literatura que da habida cuenta del antes, del durante y del después del Holocausto escrita por aquellos que en diferentes niveles sufrieron el exterminio nazi. Ahora que en Madrid llega una exposición sobre Auschwitz, no está de más detenerse a leer aquello que quedó escrito en el momento, desde perspectivas subjetivas que, sin embargo, ponen de relieve una mirada general, precisa a pesar del punto de vista personal, sobre un momento. O bien, acercarse a este ensayo de Monmany que, tras una magnífica y larga introducción alrededor de la literatura surgida de los campos de exterminio, muy enfocada, aunque no exclusivamente, a escritoras, desglosa un conjunto de textos y autores(as) que, desde una acercamiento muy personal por parte de Monmany, sirve como breve, pero bien desarrollado, texto introductorio sobre el tema, a la par que ayuda a (re)descubrir textos esenciales sobre un tema que, como decíamos, cada vez crece más en sus ediciones, una todavía necesaria labor de recuperación de una memoria tan individual como colectiva.

Algo que evidencia Monmany en su acercamiento a estas tres autoras, quienes, desde lo personal, y en diferentes maneras, desarrollaron una obra, en algún caso sin vistas de tener un recorrido, surgido de la urgencia, casi de la necesidad, que hablan tanto de lo personal, de sus sentimientos y pensamientos del momento, como de un marco más amplio. A partir de sus escritos se despliega un mundo a su alrededor que tiene conexiones entre sí, así como con otros autores, y que supone, en su relato o expresión individual, una pieza más en una memoria colectiva en la que tanto cada individuo como el grupo deben ser recordados. Aunque, en verdad, su valor reside, precisamente, en poner de relieve que, dentro de las grandes y espantosas cifras del Holocausto, del plano general, existe el primer plano, el evidenciar que esas cifras se corresponden a mujeres y hombres, a vidas particulares, a una cotidianidad truncada. De vidas, en definitiva, que acabaron debido a la barbarie.

Asi, Monmany, se centra, tras la introducción, en cada una de ellas:  Etty Hillesum (1914-1943), escritora de diarios; Getrud Kolmar (1894-1943), prima hermana de Walter Benjamin, que, aunque polifacética en su creación, ante todo se recuerda como poeta y narradora; y, finalmente, Irène Némirovsky (1903-1942), quizá la más conocida de las tres gracias a la reedición de sus obras, las cuales, por otro lado, fueron grandes éxitos en su época, sufriendo un oscuro silencio durante décadas, hasta volver a convertirse en una escritora muy leída e, incluso, premiada. Monmany dedica a cada una de ellas un tan preciso como exhaustivo recorrido por su vida, intercalando fragmentos de su obra que, de una manera u otra, arrojan luz sobre cada momento. Obra y vida entrelazados, la primera narrando, o poetizando, o testimoniando, a la segunda, mostrando cómo el relato biográfico se encuentra también entre las páginas de sus libros. Las cuales, a su vez, pueden situar al espectador en una realidad llena de matices y experiencias personales, compleja en su concreción íntima y en su visión general de una época y de sus miedos. Destaca la atención de Monmany a ambos aspectos a la hora de acercarse a las tres escritoras, porque sigue el devenir de ellas en su condición de judías enfrentadas a la vida cotidiana, a la deportación, a la reclusión en los campos, a la pérdida de seres queridos y, finalmente, de la vida. Pero también, en sus relatos y visiones personales surge la descripción detallada de una realidad más amplia

 

Monmany aporta con Ya sabes que volveré no solo ese acercamiento a las estas tres mujeres y a su reivindicación como autoras, también presenta una forma de ensayo que demuestra que, en ocasiones, para lanzar una mirada compleja no es necesario una gran exhaustividad; a veces basta con detenerse en los detalles, en lo individual, y, a partir de ahí, extrapolar hacia un plano más general.