El artista finlandés Touko Valio Laaksonen (1920-1991) (interpretado por Pekka Strang) está considerado como el que sea, quizá, el artista gráfico que más influencia ha ejercido en la cultura iconográfica gay de la segunda mitad del siglo XX a través de sus trabajos, en su gran mayoría, dibujos en tinta en blanco y negro con temática homoerótica, hombres musculados ataviados con ropa de cuero, uniformes y vaqueros que ha fueron creando una iconoesfera visual muy particular y que rompen la dicotomía, no siempre clara, entre pornografía y arte.

Tom of Finland, dirigida por Dome Karukoski, se adentra en su figura desde una perspectiva que rehúye, en cierta medida, los modos del biopic, aunque no los abandona del todo, y parte de una narración fragmentada que toma a Touko durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Finlandia se enfrentó a la Unión Soviética, con atención a un momento preciso de la misma, en el que, al parecer, tuvo que matar a sangre fría a un paracaidista ruso, hecho que acompaña a Touko durante toda la película como constante pesadilla, creando una clara pulsión entre esa muerte y la sexualidad de Touko, quien abiertamente homosexual, vive con su hermana y busca poder mantener relaciones sexuales de manera clandestina en un país que penaliza fuertemente la homosexualidad.

[[{"fid":"65389","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Tom of Finland', de Dome Karukoski","title":"'Tom of Finland', de Dome Karukoski","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

En esa búsqueda tanto sexual como identitaria, que para el caso puede ser casi lo mismo, surge el Touko artista, quien a solas en su habitación dibuja escenas sexuales que intenta convertir en moneda de cambio, en carta de presentación, ante sus posibles compañeros. Ahí se encuentra uno de los elementos más interesantes de la película, en cómo esa creación, a priori una manera exorcizar los demonios internos de Touko así como la frustración de no poder expresar y disfrutar su sexualidad abiertamente, poco a poco va convirtiéndose en unas piezas con un significado más amplio que el que Touko otorga a sus dibujos, máxime cuando comienza a enviarlos para su publicación en Estados Unidos, logrando poner en marcha la subcultura leather en los años setenta y ochenta.

Karukoski toma el tiempo precisa para ir narrando lo anterior a través de esa fragmentación elíptica en la que transcurre el tiempo sin apenas modulación entre épocas. Al igual que Touko, Karukoski busca en Tom of Finland las imágenes precisas para transmitir la dureza de las condiciones de vida de Touko, con un tono desigual y un interés intermitente, que tiene sus mejores momentos cuando Touko comienza a tener éxito internacional como artista, siendo todo lo anterior un buen muestrario de sus penurias y, con él, del resto de homosexuales, pero con una cierta reiteración dramática que no acaba de justificar algunos pasajes que se sienten reiterativos. Del mismo modo, transmite la sensación de un itinerario, algo forzado en algunos pasajes, hacia ese momento de reivindicación de Touko por su relevancia cultural y social, quedando todo lo anterior en una suerte de camino tortuoso en el que cada gesto, cada acción, tuvo una recompensa final.

[[{"fid":"65391","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Tom of Finland', de Dome Karukoski","title":"'Tom of Finland', de Dome Karukoski","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Resulta curioso como una película sobre un artista que creó una iconografía tan personal y, a la larga, tan extendida, no consiga dotar a sus imágenes de una mayor personalidad, lo cual no resta méritos al trabajo de Karukoski de otorgar a los planos de una cierta atmósfera sombría que, aunque algo fría, consigue trascender la mera reconstrucción de época para que quede expuesta a través de la mirada de Touko: imágenes algo irreales, como envueltas en una espesa niebla, que se corresponde con el interior de un personaje atormentado pero que encuentra en la creación una salida personal a sus demonios y sus deseos y acaba descubriendo, gracias a ello, además de que no está sólo, que su arte ayuda a los demás a salir hacia delante, a liberarse, a dar un paso hacia delante.

En el modo en el que Karukoski muestra ese poder de la imagen, de lo iconográfico popular, reside lo mejor de Tom of Finland, película que en ocasiones se pierde en su narración, con problemas más de guion que de dirección, que pasa por encima de muchos temas que aborda y abandona, pero que, en general, en su construcción fragmentaria, logra transmitir la relevancia de Touko, tanto como tal, como cuando se convierte en ‘Tom of Finland’.