En cuestión de una semana coinciden en cartel dos películas que son tan diferentes en sus propuestas visuales y narrativas como claramente hermanadas por un objetivo común. Por un lado, Paula, de Christian Schwochow, biopic sobre la pintora alemana Paula Becker. Por otro, Marie Curie, de Marie Noëlle, que sin llegar a tener un aspecto de biopic al uso tan acentuado como la anterior, sí posee el aspecto del retrato biográfico. Ambas comparten el deseo de reivindicar dos figuras femeninas: la de la pintora, francamente olvidada y que tiene en su interior una historia mucho más trágica que como se plantea en la película; en la segunda, la de la famosa científica de origen polaco que logró ganar dos premios Nobel y, en este caso, sí bien recordada y reivindicada. El problema de ambas películas es igualmente el mismo: un trabajo formal y narrativo supeditado a su objetivo final: mostrar cómo ambas mujeres sufrieron por su condición femenina en su época, además, bajo parámetros muy similares.

[[{"fid":"63555","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"\\\"Marie Curie", de Marie Noëlle","title":"\\\"Marie Curie", de Marie Noëlle","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Paula comenzaba con la pintora sosteniendo un lienzo, ocultando su rostro tras él mientras su padre intenta convencerla de lo inapropiado de ser mujer y querer ser pintora. Al final de la película, a modo de coda, Paula surge de detrás de un lienzo y mira a la cámara. Una idea que resumía la película de manera inteligente, el problema era aquello que acontecía entre ambos momentos. En cuanto a Marie Curie, también hay un instante muy sugerente, su imagen final, cuando Marie Curie, tras recibir su segundo Nobel, se encamina por un pasillo seguido por su hija Irene, quien se da la vuelta y mira a la cámara: la hija que sigue los pasos de su madre y que, al final, se convertirá en la segunda mujer en ganar un Nobel tras su madre. Otra idea que resume muy bien la idea que da sentido a la película de Noëlle. Pero, el problema, una vez más, es lo que acontece antes.

Durante la primera media hora de Marie Curie, la directora combina todo tipo de soluciones visuales que, aunque crea un conjunto poco unitario y caótico, consigue mantener la atención sobre la pantalla, no tanto, o no solo, por aquello que muestra como por la curiosidad de por dónde se encaminará el resto de la película. Hay una pulsión inicial en busca de explorar varias posibilidades expresivas a través de la imagen que rompan el uso convencional en este tipo de películas –algo que no sucedía en ningún momento en Paula, mucho más perfecta y elegante en su puesta en escena a la par que anodina-.  Sin embargo, poco a poco la película se va introduciendo, precisamente, por los derroteros que parecía querer quebrantar al inicio, y entonces la atención sobre aquello que acontece en pantalla acaba diluyéndose. Resulta demasiado sencillo desconectar de Marie Curie y volver a ella sin apenas haberse perdido algo, porque su gran problema es la adecuación a una plantilla narrativa y discursiva sin variaciones, sin desvío alguno, todo planteado de tal manera que conduce al espectador hacia la conclusión final, que no es otra que la entrega de un discurso bien armado pero carente de profundidad.

[[{"fid":"63556","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"\\\"Marie Curie", de Marie Noëlle","title":"\\\"Marie Curie", de Marie Noëlle","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Marie Curie, como Paula, representan ese tipo de películas que han conducido a la ficción hacia una gran sospecha alrededor de sus mecanismos como reproducción de la realidad. Quienes todavía buscan en el cine la imagen ‘real’, encuentran grandes argumentos en este tipo de producciones, y, en este caso, se pueden llenar de razón. El discurso feminista de ambas películas es apreciable por su esfuerzo, pero a su vez queda en poco más que una enunciación fácil debido a su resolución. Qué duda cabe que lo mostrado en pantalla llena de indignación y que surge en un momento más que propicio para adentrarse en el pasado en busca de trazos que, de alguna manera, siguen presentes. Pero para hacerlo bien, para aportar realmente algo, Marie Curie exigía de algo más que un leve intento de fragmentar el relato al comienzo y después abrazar un desarrollo más convencional en el que todos los elementos están en el lugar apropiado para que el espectador apenas tenga que plantearse algo. Si ese era el objetivo de la película, lo ha conseguido plenamente.