La enorme poeta Inger Christensen en su poemario Alfabeto escribe: “las fronteras existen, las calles, el olvido/ y hierba y pepinos y cabras y retamas/ el entusiasmo existe, las fronteras existen…” Y yo digo: Tocón existe; también existe Tocón,  un pueblecito extendido en las perdidas estribaciones occidentales de la provincia de Granada, tan pobre como extensa.

Tocón es memoria de amigos, una placita dedicada al emigrante, coquetería blanca del alcalde al que una ayuda de la Junta prestó la brocha de encalar y unas manos obreras que plantaron aquí y allá árboles  y abortaron algunos de los agujeros del tiempo y las herraduras de sus calles  humildes y transparentes. Eso es todo.

Hasta allí cucamos una decena, no más, de creyentes en la amistad  -y lo sagrado de las citas- para comer un cocido que nunca defraudó, y responder a un cuestionario de política ficción que prepara Juan, nuestro anfitrión y natural de la localidad. Todo lo demás que allí nos ocurre durante unas horas de asueto es aleatorio y principalmente contingente. Nos debatimos entre sermones y pamplinas, aunque el paso de los años por aquella estación para el alborozo nos va proporcionando algunas conclusiones.

La principal es que el cambio climático existe: ni llueve en invierno ni ladran los perros. En los tres o cuatro últimos años sólo se aprecia un frio difuso que penetra por el color de la niebla. Necesitamos menos alcohol y más vino, y nadie fuma ya. Nunca nos acompañaron mujeres, que en los primeros años algunos hablaron de invitar, pero ahora ya nadie reclama. Ojo, no es que seamos como los vascos del choco, ni que entre los de la batahola se aprecie especial misoginia: esto salió así.

Monumento al emigrante



Siempre falla algo que jode, pero quiero creer que nunca esencial porque el cocido y la amistad resisten. Por ejemplo, en el último encuentro  -13ºC fuera, 9ºC dentro del viejo cine que nos cobija- se estropeó la calefacción hasta tal punto que comimos y reímos encapotados bajo nuestros tabardos. Vino a aliviar el pasmo un vino de moriles, chiquito, frutal y divino, que aportó Paco Luis que oportuno, además, recordó como Antonio Machado decía abrir en invierno la ventana de la habitación de su pensión soriana “para que mejorara el ambiente”.

Durante los primeros años cominos en la trastienda de un bar, una de esas salas andaluzas abigarradas de recuerdos humildísimos, que guardan como pueden el calor de  las catalíticas, y disponen de mesas fabulosas que permiten ver a todos las caras. Pero un año de forma imprevista fuimos recibidos en el extremo de unas amplitudes de lo que un día fue un cine. En sus laterales viejos coches de lo que pretendió ser una colección, el techo, un revoltijo de anclajes, que recuerdan a los camaranchones  y, a la vera de lo que un día fue la pantalla, nosotros.

El ritual es muy simple: aperitivo (este año llegó vino de Moriles, morcilla de Montilla, un pan mollar del pueblo y algunas chacinas de la tienda), el cocido bien desgrasado, con su pringá aparte, acompañado de vino tinto que unos y otros acarreamos, normalmente bueno y casi siempre de rioja, y fruta, mucha fruta. Este año Juan dispuso una caja enorme de mandarinas tan excelentes que parecían traídas de Palma del Rio. Luego la copa y las preguntas del anfitrión.

La encuesta acumulada durante diez años da para una antología del despropósito. No del disparate que somos los que por allí hemos pasado, sino del desquicie que viene siendo la política española desde que asomó el siglo XXI.

Juan saca de ese lugar que sólo conocen los magos un papel perfectamente cuadriculado pegado a una tablilla para apuntar el dato. Llama la atención su forma: ni cuadrada ni rectangular; ni holandesa, ni resma. Visto a una cierta distancia uno diría que se trata de un papiro bien cuidado por un escriba escrupuloso y, más cerca,  semeja una antiquísima lámina de cera para  trenzar signos. Pero sólo es un vulgar papel donde se retratan los inocentes, sabiondos y hasta los embozados. Ese papel atestigua cómo hubo algunos que vieron a Mar Moreno Presidenta de la Junta de Andalucía  y que nadie supo entrar en la cabeza de Arenas para extraer el nombre de ese candidato del PP a la Junta que aún ejerce de portavoz de la oposición en la tierra ¿Cómo se llama?

Sí, somos observadores involuntarios del descarrille del bipartidismo en España. Porque este hecho sociológico no lo advirtieron ni los augures podemitas, ni siquiera los sesudos observadores sociales instalados en Madrid: está escrito en las tablas de Juan: lo evidencian nuestros abultados y pertinaces errores.

¡Menos mal que durante una década nunca falló el cocido, el cariño de Juan y las sorpresas! Este ultimo años alguien invitó a un señor que entiende de los despachos del fútbol. ¡Qué lección!

Jose Nevado