Las esposas temporales eran una realidad extendida en el Japón de finales del XIX. Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, había establecido relaciones diplomáticas y comerciales con el país a mediados de siglo, y la fascinación por la cuna de las geishas se había extendido como la pólvora. La influencia de Oriente –un oriente imaginado desde la lejanía– se plasmaría en obras de una amplia paleta de artistas europeos y norteamericanos, y seguiría nutriendo la vida cultural occidental hasta bien entrado el siglo XX. En esta línea, el personaje de Butterfly es una cruda encarnación del conflicto entre dos civilizaciones irreconciliables, una de las cuales avasalla a la otra. 

Hoy se presenta en el Teatro Real Madama Butterfly. Mario Gas sitúa la historia del maestro Giacomo Puccini en un plató cinematográfico en los años 30 y propone tres perspectivas simultáneas a través de las cuales vivir este drama conmovedor: la ópera en sí, la grabación cinematográfica que se hace de la misma y su reproducción en blanco y negro en una gran pantalla.

Los tres años que duró la composición de Madama Butterfly no estuvieron exentos de vicisitudes. De no haber sido por el accidente automovilístico ocurrido el 25 de febrero de 1903  con uno de los primeros automóviles de Italia, propiedad del maestro, probablemente habría tardado algo menos. No ayudaron los problemas con Elvira, su mujer, ni los sucesivos desencuentros con los libretistas, Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, y con su editor, Giulio Ricordi.

El estreno de Madama Butterfly  el 17 de febrero de 1904 en el Teatro alla Scala tuvo una acogida muy negativa. Algunos achacaron este fracaso a los desequilibrios estructurales de la obra; otros afirmaban que fue un abucheo concertado, y los menos, echaban la culpa a la puesta en escena de Tito Ricordi. Todo ello obligó a Puccini a retirar la ópera y revisarla, llegando a realizar cinco versiones de Madama Butterfly. La versión se estrenó en la Opéra Comique de París el 28 de diciembre de 1906, y se puede considerar como la definitiva. 

Madama Butterfly se presentó por primera vez en Madrid el 20 de noviembre de 1907, precedida unos meses por su estreno en el pequeño Teatro del Bosque (Barcelona).

Las heroínas puccinianas –Tosca, Manon, Mimì, Angelica o Liú– son mujeres predestinadas al martirio y al sacrificio, llamadas a sufrir y a morir, y están ligadas a la idea del pecado vinculado al amor y al castigo trágico que encuentran con su muerte. Algunos han atribuido este rasgo a la biografía del propio compositor, que estuvo marcada por el rol particularmente dominante de su madre y una actitud personal ante las mujeres que algunos calificaban de misógina.