El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer esta semana un estudio sobre los nombres más comunes de niños y niñas en España. Éste revela que Lucía y Hugo son los más utilizados por los padres desde 2010, aunque no son los únicos nombres que están de moda. María y Martina ocupan el segundo y tercer puesto en el caso de las chicas, y Daniel y Pablo en el de los chicos.

El INE ha revisado los cien nombres más frecuentes en España entre los 426.303 niños inscritos en el Registro Civil en 2014, y ha revelado que en el caso de las niñas Lucía se mantiene en el primer puesto desde hace más de una década. En concreto, desde 2003 ha sido el nombre más frecuente entre las recién nacidas, seguido de María, Martina, Paula y Daniela.

Y en el caso de los niños, el INE ha confirmado que Hugo ha desbancado a Daniel, favorito en 2012 y 2010 y que ahora se sitúa en segundo lugar. Por su parte, Alejandro, el preferido en 2011, se convierte ahora en la cuarta opción, siendo Pablo el tercero y Álvaro el quinto que más ponen los padres a sus hijos recién nacidos. Y pese a que estos son nombres tradicionales, hay otros menos frecuentes pero que se han ido abriendo hueco poco a poco. Es el caso de Izan (puesto 19), Eric (31), Enzo (36), Adam (42), Mohamed (65), Dylan (61), Ian (64), Pol (65) o Rayan (71).

Lejos quedan los Josés, Antonios o Franciscos, tan comunes antes de la década de los 70, sobrepasados ahora por nombres más novedosos como Iker e Izan. De igual manera, los tradicionales Josefa, Dolores o Concepción se ven borrados de la lista por las Saras y Carlas, posiblemente porque estos nombres no tienen connotaciones.

Por comunidades autónomas, estos patrones se repiten en la mayoría de ellas, excepto en las que tienen lengua propia: entre los catalano-parlantes resaltan Marc y Pau (son los nombres de los hermanos Gasol), mientras que en el País Vasco son más frecuentes los Markel, Jon y Ane. Sin embargo, en el cómputo total de españoles, son los nombres clásicos los que continúan como más repetidos, debido al gran descenso de la natalidad, que hace que los nuevos nacimientos supongan un pequeño porcentaje del global, y el aumento de la esperanza de vida, que provoca que las denominaciones tan comunes a mitad del siglo pasado sigan contabilizando.