En un momento en el que las palabras más de moda, en lo que a estilo de vida saludable se refiere, son detox, zumos verdes, smoothies, superfoods y  bowls yo os voy a hablar de nutrición energética. Literalmente, me cambió y me devolvió la vida.

Mi primer contacto con ella fue gracias a mi amiga y gran terapeuta, Silvia Riolobos. Acababa de terminar mis estudios de Health Coaching en IIN y, aunque tenía los conocimientos y herramientas para poder dedicarme a ello, sentía que me faltaba algo y me puse a investigar de la mejor manera que uno puede investigar: con uno mismo y con muchas ganas. Quiero aclarar que, de momento, no soy nutricionista, pero que los cuatro años que llevo estudiando, lo he hecho en escuelas oficiales y que aún sigo formándome.

Cuando decidimos cambiar nuestros hábitos de alimentación, el primer error que cometemos es encargárselo todo a “la fuerza de voluntad”, y casi con seguridad os puedo decir que acabaremos fracasando, sencillamente porque somos humanos y somos seres emocionales no solo racionales. Tiene que haber algo más profundo que te mueva, una voz dentro de ti que sin hablar te diga: te mereces estar sano, solo tienes una vida.

¿Qué es la nutrición energética?

Resumiendo muchísimo, la nutrición energética (y sin olvidar que toda dieta debe individualizarse atendiendo a las características biofisiológicas de cada persona), es una manera de alimentarse que tiene en cuenta las características energéticas de los alimentos y su repercusión en nuestros órganos vitales, y no solo los aspectos bioquímicos tradicionales de los mismos (calorías, vitaminas, etc..)

Nuestro cuerpo está en una búsqueda continua de equilibrio. ¿Pero qué es una alimentación equilibrada? La que nutre el cuerpo y el alma. Por eso me enamoré de la nutrición energética, porque trata a la persona como un todo en el que se integran la parte física, las emociones y la psique, y utiliza la alimentación como terapia.

Cómo se comporta nuestro cuerpo con las emociones

Existe una estrecha relación entre algunos estados emocionales y el estado de determinados órganos del cuerpo. Así que, de que una manera muy simple podemos decir los siguiente:

Si los riñones y las suprarrenales sufren de alguna carencia energética aparecerá el miedo, la inseguridad en uno mismo, la desvalorización y la falta de orientación en la vida Si es el hígado el que está afectado, aparece la cólera, la irritabilidad, la impaciencia, la intolerancia y la frustración. En cambio si está en equilibrio, la generosidad, el altruismo, la paciencia, la tolerancia y la capacidad de escuchar y respetar, estarán presente en nuestra vida.

Cuando el corazón está sano, nos sentimos alegres, serenos, lúcidos y en paz. En cambio, si no está energéticamente bien, sufrimos angustia, nerviosismo, e insomnio.

Los órganos que intervienen en la digestión (páncreas, zona intestinal, y estómago) están relacionados con la capacidad de decisión, determinación, la empatía y simpatía y la buena función intelectual, así que imaginaos si es importante su funcionamiento.

Y por último los pulmones. Si está afectados (siempre hablando en términos energéticos) los sentimientos son los afectados. Nos invade la melancolía, la tristeza, la falta de ilusión y entusiasmo y las ganas de seguir luchando. Pero la otra cara de la moneda es que si funcionan correctamente estaremos optimistas y vitalistas.

A su vez, los órganos, están relacionados con las estaciones del año, por eso es tan importante comer en cada estación según la energía de la misma. El verano se relaciona con el corazón y el intestino delgado (hay que evitar un exceso de calor en las comidas), el otoño con el pulmón y el intestino grueso (¿no dicen que el otoño es la estación más melancólica?), el invierno con el riñón y la vejiga (hay que darles calorcito y mimarlos) y por último, la primavera con el hígado y la vesícula biliar (ya se sabe que la primavera la sangre altera)

Personalmente creo que la clave de todo nuestro equilibrio está en un buen funcionamiento de los riñones. Ellos son los que mandan y nos mantienen a salvo, son los que se ponen en funcionamiento ante cualquier peligro real o imaginario que nos aceche y por eso el invierno es su estación y necesitan mucho refuerzo.

Cómo tener unos riñones fuertes como robles

Para ello debemos incrementar el consumo de:

  • Verduras de raíz y redondas: utilizando estilos de cocción que nos aporten calor profundo: estofados, al horno, salteados largos, etc…
  • Algas y sopas: las algas remineralizan mucho y además, están buenísimas. Una buena idea es tomar SOPA MISO, o al menos, mucho caldito de verdura hecho a fuego lento.
  • Cereales como el mijo, arroz integral, trigo sarraceno y avena
  • Proteínas: más legumbres, pescado y proteínas vegetales, para generar más calor
  • Infusiones de tomillo, romero, salvia, regaliz.
  • Fruta cocinada: en compota, al horno, plancha
  • Aceite en las cocciones, por ejemplo pochando la cebolla, etc…

Y, en la otra cara de la moneda, EVITAR en la medida de lo posible y siempre dentro de un orden y sentido común:

  • Todo lo de temperatura fría: helados, hielo, bebidas frías…
  • Lácteos, reducir su consumo. Esté tema se que es muy controvertido y ahí apelo al sentido común de cada uno. Lo que si desaconsejo es el consumo de leche de vaca a diario. Otros tipo de lácteos más fermentados me parecen saludables (y que me perdonen los macrobióticos puros).
  • Leche de soja
  • Bollería y levaduras artificiales
  • Verduras solanáceas (tienen un efecto muy desmineralizante): tomate, berenjena, pimiento y patata
  • Demasiadas especies
  • Alcohol y bebidas gaseosas azucaradas

Ya lo dijo Hipócrates y no puedo estar más de acuerdo: Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”, así que vamos a aprovechar estos últimos fríos del invierno para mimar a nuestros riñones. ¡Nos vemos en primavera!