Desde que era una niña, como supongo que a todos, me han llegado incesantemente mensajes, a veces directos y muchas veces solapados, de rechazo o de desprecio a los sentimientos, a las emociones, a nuestro universo interior. Y les han llegado mucho más a los hombres que a las mujeres. Son mensajes planificados para coartar la vida emocional de las personas. Ideas como “los hombres no lloran” o “la buena educación pasa por reprimir las emociones”, han sido y siguen siendo una tiranía secular difícil de digerir, porque las emociones no tienen sexo, no son ni femeninas ni masculinas, son maravillosamente humanas; son la mayor de nuestras riquezas y dirigen, finalmente, nuestra vida, para bien o para mal. Lástima, por tanto, que no nos enseñen a entenderlas y a gestionarlas en la familia y en la escuela.

Tener corazón, y mucho más tenerle grande y bueno, no cotiza en bolsa, y no beneficia en nada a los que habitan las esferas del poder. Reprimir las emociones de las personas de algún modo supone controlar y reprimir también a esas personas, porque lo que más somos de todas las cosas que somos es lo que tenemos de piel hacia dentro. Y, desde que el mundo es mundo, las minorías voraces que se apropian de casi toda la riqueza del planeta son capaces de hacerlo porque manipulan, controlan, engañan y reprimen a las mayorías. Es por eso que la inteligencia emocional, además del librepensamiento, es fundamental para preservar las democracias, ya bien lo dice Chomsky; y es por eso mismo también que, como digo, el poder voraz y totalitario se preocupa tanto de alejarnos de ambos procesos, de la inteligencia emocional y de la libertad de pensamiento.

Y es por eso que defender la alegría, la libertad, el amor, la ternura, la bondad y todas las actitudes y aptitudes propias de las personas empáticas, amorosas y con corazón, es, como dice el argentino Fernando Ulloa, un concepto profundamente político. La ternura y la alegría son, en realidad, una parte fundamental de la rebeldía. Y es por eso que muchos grandes hombres insisten en que para preservar nuestra libertad, para mantener el respeto a los derechos humanos, para defender las democracias no basta con votar cada cierto tiempo. Porque las democracias, asediadas constantemente por personas y grupos de poder alineados con la falta de escrúpulos y de moral, con la manipulación y con el desprecio a las personas, se pueden convertir en verdaderas tiranías si esas personas se acomodan y olvidan que el poder supone casi siempre una gran amenaza contra el progreso y contra la libertad.

Por eso siempre es una alegría encontrarse con mensajes, personas o circunstancias, sean las que sean, que nos recuerdan la importancia, en un mundo tan hostil, de la benignidad; o con mensajes que reflejan la inmensa sensatez de mirar el mundo y de enfrentarse a él desde el corazón; porque un simple gesto de sensibilidad desbarata de algún modo la hostilidad que nos oprime y que nos rodea. Así, ha sido una alegría encontrarme hace unos días con un pequeño spot de la Junta de Andalucía con el maravilloso actor nuestro Antonio Banderas como imagen del Turismo andaluz. De tan bonito me emocionó. El vídeo (iniciativa del vicepresidente de la Junta y responsable de Turismo, Juan Marín, de Ciudadanos), cuyo objetivo iba encaminado a promocionar el verano pasado el regreso post covid del turismo a la maravillosa tierra andaluza, ha logrado promocionar esa preciosa tierra, pero también muchas más cosas.

En pocos minutos Banderas expresa, con una convicción tajante y envolvente, algunos de los mensajes más preciosos que se les puede lanzar a los seres humanos; estimulando el amor a la vida y la alegría de vivir, reivindicando el valor de las emociones y de los sentimientos como una de nuestras más grandes riquezas, e impulsándonos a vivir y a disfrutar de la vida desde el corazón. No me imagino otro mensaje más lúcido ni, en realidad, más valioso que éste.

El filósofo francés Gilles Deleuze, en sus Diálogos con Claire Parnet (1977), decía algo que llevo mucho tiempo sospechando, intuyendo y analizando: “El poder establecido nos necesita tristes para hacer de nosotros sus esclavos. La tristeza disminuye nuestro poder de acción. Los tiranos, los curas, los ladrones de almas necesitan persuadirnos de que la vida es pesada y dura, y ponen mucho esfuerzo en angustiarnos”. Por eso, y por mucho más, la alegría, el contento y la felicidad no son sólo un derecho, son, incluso, una obligación. Por eso tenemos que reivindicar las emociones, los sentimientos, la profundidad emocional. Porque, como dice Banderas en el vídeo, estar vivo no es respirar, es fabricar emociones; y vivimos en la misma medida en que sentimos. Las almas sensibles tenemos que salir del armario y gritar a los cuatro vientos que la sensibilidad no es debilidad, como nos cuentan para esconderla, sino profundidad y grandeza. Y tenemos que asumir que aspirar a un mundo mejor pasa también por mirar la vida y vivir con y desde el corazón. Porque, convenzámonos, es la empatía, es el amor, en sus múltiples formas, lo único que puede salvar al mundo.