La cúpula popular ha recurrido una vez más a sus armas habituales. Hay que liquidar a Rubalcaba como sea –el vocablo liquidación debe entenderse, eso sí, en términos políticos-, porque se ha convertido en un peligro creciente para el PP.  Ocurre algo similar con Manuel Chaves, a quien la artillería de la derechona le viene llamando de todo, salvo bonito. La orden de Génova 13 es la de fuego a discreción. La caída de Chaves facilitaría en gran manera el asalto conservador a la Junta de Andalucía.  Igual sucedería si Rubalcaba  fuera finalmente cazado por el Tribunal de la Santa Inquisición Mediática.

 Inasequibles al desaliento
Los halcones/as del PP son inasequibles al desaliento.  Su munición, basada en el amarillismo y en las verdades a medias, es inacabable. Cuando no denigran a la hija, denigran al hijo de Chaves. Respecto a Rubalcaba, continúan agarrados firmemente al faisán, del que esperan milagros y, si no, se los inventan. María Dolores de Cospedal compite con Esteban González Pons, a ver quién insulta más y mejor. Lo que dijo el otro día Cospedal del vicepresidente Rubalcaba –equiparándolo con el criminal etarra Antonio Troitiño, salido de la cárcel de acuerdo con la legislación vigente- supera todas las barbaridades difundidas por Rajoy a través de sus voceros oficiales.  Van de record en record en el campeonato de la demagogia más abyecta.

 Insoportable
Esto es insoportable y erosiona gravemente el Estado de Derecho. Actúan los populares como aves de presa o de rapiña. No son  demócratas, aunque nieguen la mayor. Avanzan hacia un partido de extrema derecha o populista a pasos agigantados. Pero no van a conseguir sus objetivos. El tinglado de la farsa en la que se han instalado se vendrá al suelo con estrépito. Semejantes sujetos no deben gobernar España. Es una cuestión de higiene democrática.

 Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM