Digan lo que digan los voceros de la derecha, el movimiento del 15-M sigue muy vivo. Lo demuestra con creces la elevada participación en las concentraciones iniciadas el pasado fin de semana a modo de conmemoración del primer aniversario del movimiento. Por mucho que los mismos voceros de la derecha se empeñen en intentar descalificar personalmente a algunas de las figuras más visibles o conocidas del movimiento del 15-M, lo cierto es que las encuestas indican que siguen siendo mayoría los ciudadanos españoles que se sienten identificados con los “indignados” y comparten sus protestas y reivindicaciones más populares.

Nacido de algún modo bajo el amparo del libro de Stéphane Hessel “Indignaos”, el movimiento del 15-M es un síntoma claro de la rabia, la protesta y la desafección de muy amplios sectores sociales respecto a nuestro actual sistema político, económico y financiero. Un síntoma que sigue expresándose hasta ahora a través de la “indignación”, pero que más pronto que tarde acabará abocando en una expresión más concreta, mediante el “compromiso”.

El propio Stéphane Hessel lo reclamaba hace ya muchos meses, cuando tras el gran impacto producido por su libro “Indignaos”, publicó otro libro titulado “Comprometeos”. Porque no basta con la “indignación”. Las protestas y reivindicaciones deben dar paso ya a propuestas realistas y concretas, que de un modo u otro deberán ser canalizadas a través de formaciones políticas que las asuman y presenten en sus programas electorales.

Las actuales formaciones progresistas y de izquierdas tienen ahora un gran reto al que deben hacer frente. Si no son capaces de asumir este reto, serán otras las formaciones políticas que lo asumirán. Y lo harán desde la radicalidad y el extremismo, de un signo u otro. Hay ya indicios claros de ello en otros países de nuestro entorno más inmediato, con la irrupción y el crecimiento de fuerzas políticas extremistas, que pueden poner seriamente en peligro la estabilidad de unos sistemas democráticos que están cuestionados por su dependencia, complicidad, pasividad o impotencia frente a los grandes y anónimos poderes financieros.

Jordi García-Soler es periodista y analista político