El mundo está tejido de paradojas. Zenón de Elea demostró que Aquiles jamás alcanzaría a su rival, una pobre tortuga que avanzaba con pasitos enmarañados y geológicos. Y todo porque esta había salido un segundo antes que el héroe de Troya, lo cual suponía una ventaja insalvable. El movimiento, según Zenón, no existe. Es una ilusión. Aquiles, el de los pies ligeros, jamás sobrepasará a la lenta tortuga velocista.

Pues bien, nosotros, al igual que Aquiles, hemos tenido que avanzar mucho para no movernos del mismo sitio. De ahí que vuelvan las barbas escurialenses, los jubones negros, las gorgueras de lechuguilla, el catolicismo de dogma y pedernal. La historia no es un péndulo, como pretenden Heráclito y los fabricantes de relojes de pared, sino un palimpsesto sobre el que escribimos monótonamente las mismas palabras encima de las viejas. La historia es una maraña de caligrafía gótica y rasponazos de piedra pómez. Ahora mismo, por ejemplo, estamos superponiendo un nuevo concilio de Trento sobre el antiguo. Los portugueses, que no en vano nos enseñaron la lírica y los suspirillos amorosos en octosílabos, lo expresan poéticamente: É sempre a mesma porcaria. As moscas mudam, só a merda não varia.

Un grupo de católicos afines a Vox se congregó para rezar un rosario como quien hace vudú

Y es verdad. He aquí un ejemplo recién horneado que lo corrobora. Hace unos días, un grupo de católicos afines a Vox se congregó delante del teatro para rezar un rosario como quien hace vudú. Las avemarías, en efecto, no iban dirigidas a rogar a la Virgen por los miles de niños violados piadosamente por el clero, qué va, ni a pedirle por nuestro cada vez menos común bien común. Tampoco iban destinadas a implorarle que cesen los más de cien desahucios diarios, ni a suplicarle que insufle un poco de coherencia ética y étnica a Ignacio Garriga, el negro de Vox metido a negrero, el ventrílocuo de Santi Abascal en Barcelona, cuya ideología es un puré a medio camino entre Le Pen y Gengis Khan.

 No, el rosario callejero apuntaba en otra dirección. El rosario era un bazuca contra los inexistentes carros de combate del laicismo, que solo los católicos integristas y montaraces de Trento ven. Y más en concreto contra los actores que representaban la obra Dios tiene vagina en el Matadero de Madrid. Inspirados por el Espíritu Santo, estos feroces católicos —que volverían a asesinar a los filósofos de la Academia de Atenas— no necesitaron ver el espectáculo para concluir que merecía un higiénico exorcismo. Les bastó con tres actores desnudos y un capirote morado que salía corriendo en el tráiler para deducir que la obra se burlaba de la Semana Santa, que a mí me gusta mucho desde un punto de vista cultural y estético, sobre todo la de Zamora, pues uno cree que Dios está más en la belleza que en los confesonarios de penumbra y nicotina.

Para estos neofariseos unas tetas libres y vibrantes son inmorales

Sin embargo, la performance purificadora no terminó con el santo rosario municipal. No. Había que hacer sangre. Había que clavar el rejón. De modo que en esta estúpida carrera por ver quién tiene el fundamentalismo más largo, Abogados Cristianos anunciaron que se querellarían contra la compañía teatral por ofensas contra el sentimiento religioso, y de paso también contra Manuela Carmena y las rosas del carpe diem del Retiro.

Se conoce que para estos neofariseos unas tetas libres y vibrantes son inmorales, y se apresuran a escandalizarse como aquel papa que ordenó al Braghettone vestir con los pinceles los estriptis bíblicos del Juicio Final de la Capilla Sixtina. Pero en cambio —paradojas estupefacientes de Zenón— no se conmueven si una patera convulsa de negros naufraga en el mar de Alborán. Que Salvamento Marítimo no es un “servicio de autobús” para inmigrantes, oiga, como eructó la diputada andaluza de Vox Luz Belinda Rodríguez.

Me pregunto qué demonios hace Dios que no se lleva hoy mismo el sol al otro extremo del universo

Así las cosas, me pregunto qué demonios hace Dios que no se lleva hoy mismo el sol al otro extremo del universo. Porque lo imagino harto de meapilas. Harto de tanto idólatra. Harto de rezos fake. Harto de la Iglesia de los ricos. Harto de justicieros de wéstern. Harto de la descendencia de Caín. “Cuando alzáis vuestras manos, yo aparto mis ojos de vosotros; cuando multiplicáis las plegarias, no escucho”, dice Dios a los que se juzgan muy religiosos y píos. Y lo hace por boca del profeta Isaías. Un autor a quien Ortega Smith no cita en sus homilías patrióticas, pues todo su saber cabe en aquel endecasílabo de Hernando de Acuña: “Un monarca, un imperio, una espada”. Ni a quien tampoco alude Ignacio Garriga en sus sermoncillos nacionalistas, ni Hazte Oír en sus eslóganes de cuento de terror autobusero. Ya ven. Hemos tenido que correr mucho para quedarnos en el mismo lugar. El movimiento no existe. Bienvenidos a Trento 2.0.