Ha pasado solo un mes y el panorama político español ha pegado un vuelco tan sustancial como inesperado. M.Rajoy es ya historia: su dontancredismo le ha llevado a Santa Pola, a la espera de un nuevo destino más cerca de Madrid, mientras en el PP los aspirantes a su sucesión se enzarzan en querellas agrias y hacen evidente que el hasta hace poco partido del gobierno nos ha mentido incluso en el número de sus afiliados. La imprescindible regeneración del PP no será fácil y requerirá años, en un tiempo en que deberán recorrer un duro vía crucis judicial. Ciudadanos vive en un permanente desasosiego, consciente de que el tren de la demoscopia que llevaba por vía rápida a Albert Rivera a la Moncloa ha pasado de largo y no se le espera por muchos meses, sobre todo tras su error estratégico de convertirse en el único apoyo que Rajoy obtuvo en la moción de censura que acabó desalojándole del gobierno después de tantos años.

En solo un mes Pedro Sánchez ha tenido el acierto, la inteligencia y la voluntad de imprimir un giro copernicano en la política española. En el exterior, terreno en el que su antecesor se sintió siempre desubicado y sin saber nunca qué debía hacer, el líder socialista ha apostado con firmeza por la UE, ha sdo capaz de establecer alianzas con Merkel y Macron, a las que quiere incorporar al portugués Costa y al griego Tsipras, a la vez que lidera una nueva política responsable y solidaria de acogida de los inmigrantes víctimas del gran drama humanitario que sufren tantos y tantos países africanos. En el interior, el nuevo presidente del gobierno de España no solo ha configurado un equipo político muy solvente y sólido, superando en muy pocas horas el error de una sola designación equivocada, sino que ha fijado objetivos políticos muy claros, que al menos en algunos casos pueden parecer simples gestos para satisfacer unas demandas reiteradas desde hace años por buen número de sectores progresistas, pero que en realidad concitan apoyos sociales muy amplios y que pueden ser alcanzados con un buen consenso parlamentario, en algunos casos superior al ya conseguido en la reciente moción de censura y, además, sin excesivos costes económicos.

Recuperación de algunos de los derechos sociales reducidos e incluso perdidos en materias como educación, sanidad, pensiones y dependencia; anulación de los elementos más autoritarios y represivos de la conocida como “ley mordaza”; rectificación de los graves errores cometidos en la última reforma laboral; llevar la aconfesionalidad del Estado hasta sus últimas consecuencias y, por tanto, acabar con el Concordato con la Santa Sede, vigente desde el período preconstitucional; aplicación firme de la ley de Memoria Histórica; traslado del cadáver de Franco del mal llamado Valle de los Caídos; estudio de la ilegalización de la Fundación Francisco Franco y de la supresión del Ducado de Franco; retirada de condecoraciones a policías de la dictadura que fueron brutales torturadores de los antifranquistas…

Entre otros asuntos asimismo relevantes y significativos, estos son ya temas que configuran un amplio espectro de medidas que cuentan con un indudable apoyo mayoritario entre el conjunto de la ciudadanía española. En todo un mes solo se ha producido un error político significativo: el del intento de renovación de la cúpula directiva de RTVE, tan necesaria como urgente y que, por afanes de protagonismo nada razonables, ha provocado una sucesión de dislates que urge subsanar de inmediato.

No obstante, lo más importante, aquello que más y mejor define el talante personal y político del presidente Pedro Sánchez es su voluntad de diálogo. Si la victoria de su moción de censura contra M.Rajoy se debió en gran parte a la existencia previa de un muy amplio, variado e incluso contrapuesto frente de rechazo, de la suma de todo tipo de agraviados a causa de la indolencia constante durante estos años de gobiernos del PP, el gran cambio político que Pedro Sánchez ofrece es encarar de frente los problemas, reconocer su gravedad y proponer en todos y cada uno de los casos el diálogo como primer e imprescindible paso para intentar alcanzar algún acuerdo, naturalmente previas todas las transacciones necesarias.

En este contexto se inscribe la primera entrevista institucional que el próximo 9 de julio se celebrará en la Moncloa entre los presidentes Pedro Sánchez y Quim Torra. El traslado de los líderes políticos y sociales independentistas catalanes a cárceles cercanas a sus domicilios y gestionadas por la Generalitat, que se ha hecho realidad en cuanto el juez Llarena ha cerrado su instrucción y lo ha permitido, no es ninguna concesión arbitraria ni ningún chalaneo, sino una forma clara de cumplimiento estricto de la legislación vigente. Pero también es una mano tendida para que el diálogo comience con buen pie. Es de desear, aunque puedan existir muchas dudas al respecto, que el presidente Torra será ahora consciente de que se le abre una oportunidad de diálogo que no puede desaprovechar, y mucho menos aún menospreciar. En política, nunca es bueno jugar al póker, y todavía menos hacerlo de farol. Pero aún es mucho peor romper la baraja.