Justo cuando Urdangarin da con sus huesos en la cárcel, Franco se dispone a meter los suyos en una bolsa ecológica de Ikea, que hay que cuidar el medio ambiente, y va a salir con ellos del Valle de los Caídos aprovechando las ofertas de viajes del verano y el vientecillo fresco que Carmen Calvo le ha puesto a los pinos basilicales del lugar.

Da pena que, tantos años después, desahucien al Caudillísimo de su tumba, que es como si fuera su casa. Y sin consideración a sus muchos trienios de muerto, además. Pero Pedro Sánchez es un Bismarck firme, lampiño y sonriente que ha vuelto a dar otro golpe en la mesa después de afear a Italia que se desentendiera del Aquarius, y eso sin las histerias a las que nos tenía acostumbrados el partido de Rajoy. El PSOE parece que echa a andar. Gestos, rebajan y cortocircuitan sus adversarios. Puede. Pero al menos sirven para espantar el inmovilismo de cadáver con moscas del PP y concebir esperanzas, que falta le hacen al país.

Carmen Calvo, la vice de Sánchez, ha dicho que, como ya no llueve, va a ver si tiende las alfombras de la historia en su patio interior de clavelinas para que el sol espigado del solsticio acabe de una vez con el muerto viviente de Cuelgamuros y ahuyente el hedor a moho y a polvo. Que mucho hay en el Valle de los Caídos, más que nada porque allí yace la mayor fosa común del país. Una ignominia y una vergüenza en cualquier otra nación. En la Españeta, no. En nuestra Españeta, los muertos que no interesan se amortajan debajo de las alfombras de los ministerios o en una nota de pie de página y a correr.

Ahora bien, a pesar de que el PSOE contará con el apoyo mayoritario de las fuerzas parlamentarias para oxear los restos del dictador de su hura fúnebre, algunos quieren que la memoria histórica siga siendo amnésica. Y con mucho ruido de carracas y trompetas de Jericó proclaman que el PSOE solo busca sajar viejas heridas, estimular rencores y atizar discordias. Que agua pasada no mueve molino, dicen, porque ellos prefieren los molinos de tinta del Quijote y el agua dentro de un vaso de Duralex, donde ni Sorayísima ni Cospedal, calvinista del PP, madame de Sévigné en diferido, van a ahogarse por mucho que Pablo Casado y Margallo, en su papel de tótem sioux, remuevan el agua.

 

 

Los candidatos a las primarias del PP, Sáenz de Santamaría, Cospedal y Casado - CordonPress

 

 

Dicho de otro modo, buscan ganar tiempo para que desaparezcan los últimos vencidos de la guerra civil y dejen de incordiar a la momia de Franco. Por eso le prepararon caceroladas dialécticas a la ley de la memoria histórica de ZP; por eso los ultras del aguilucho amenazan con querellas contra todo aquel que se atreva a mover de sitio la osamenta del Generalísimo; por eso se llenan la boca invocando una convivencia que ellos mismos traicionan a las primeras de cambio y se refugian como conejos en los sótanos de la ley de Amnistía del 77, esa indulgencia plenaria que favoreció a tantísimos criminales franquistas. Pero los muertos se aparecen a los vivos cada noche reclamando justicia, no venganza. Y no hay nada más angustioso e inicuo que morir sin complacerlos; y si no, que lo pregunten a Hamlet.

En resumen, que para una parte de españoles con la camisa azul mahón debajo del polo fostorito de Lacoste lo mejor es dejar que Franco continúe dormitando su digestión de muertos en la cripta, alimentado de misas nostálgicas, florecillas rozagantes, libros píos de Pío Mora, rosarios de Billy el Niño y lágrimas novembrinas de las viudas de España.

Y todo ello bajo una gigantesca cruz —la más alta de la cristiandad— en cuyos brazos no está Dios, sino el poder de Santiago Cantera, el prior de la abadía benedictina del Valle de los Caídos. Un sheriff con sotana que hace unos meses —lo recordarán— se pasó por lo más blando de la horcajadura los requerimientos de comparecencia del Senado para explicar por qué impidió la exhumación de dos víctimas del franquismo, a pesar de una firme sentencia judicial.

Por otra parte, los internistas en derecho canónigo esgrimen la ley y no la ética o la justicia para sacar los huesos de Franco de Cuelgamuros. Ya no es cosa solo del PSOE. No debería estar enterrado en la basílica porque ahí solo pueden yacer papas, obispos o santos. Claro que fray Cantera es muy capaz de canonizar a Franco mañana, antes de maitines, para que no desahucien al Generalísimo de su minúscula casa horizontal, mientras el religioso canta, entre sahumerios y vaivenes gregorianos, una antífona en bajo latín: “¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!”