Sabemos que la política suele hacer extraños compañeros de cama. Lo hemos visto en muchas ocasiones. Lo vimos, por ejemplo, cuando PP y ERC llamaron a votar en contra del nuevo Estatuto de Autonomía de Catalunya. Lo hicieron por razones diametralmente opuestas, pero lo cierto es que ambos partidos votaron en contra. Lo hemos visto de nuevo hace muy pocos días, cuando una vez más los votos de los diputados del PDeCat y ERC se han sumado a los de PP y C’s para impedir no ya la aprobación sino el simple inicio de la tramitación del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado presentado por el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Lo sorprendente, por no calificar de escandaloso, es que tanto PDeCat y ERC se mostraran extrañamente asombrados porque aquella derrota del Gobierno en el Congreso de los Diputados, a la que ellos mismos habían contribuido de forma tan decisiva, forzó al presidente Sánchez a anunciar la más que previsible convocatoria anticipada de elecciones generales.

Como en tantas otras ocasiones en la Historia, el hambre se ha juntado de nuevo con las ganas de comer. Los extremos se necesitan mutuamente; suelen retroalimentarse y de hecho el uno es poco o nada sin el otro, y viceversa. Tanto es así que, por más asombroso que pueda parecernos a aquellos que nos solemos guiar por la racionalidad y no por emociones, sentimientos e incluso meros visceralismos, cuando se lleva todo esto hasta el límite que la política se pervierte y acaba por convertirse en una extraña clase de ejercicio sadomasoquista. Sólo desde esta perspectiva psicológica, tan importante siempre en política, se puede intentar comprender que ambos extremos, esto es PP y C’s por un lado y PDeCat y ERC por la otra, optasen por aprovechar la oportunidad que se les presentaba para cerrar cualquier posibilidad de diálogo, base imprescindible para cualquier negociación o transacción que permitiera lograr algún tipo de acuerdo o pacto político.

Según la Real Academia Española, sadismo es la “crueldad que produce placer a la persona que la inflige”, mientras que masoquismo es la “complacencia en sentirse humillado o maltratado”. Vistas, oídas y leídas las declaraciones de los dirigentes de PP y C’s, azuzados y estimulados por Vox, parece muy evidente su afán por imponer una política cruel no únicamente para con el secesionismo catalán sino para el conjunto de la ciudadanía catalana. En muchas de estas tan reiteradas declaraciones públicas de PP, C’s y Vox se propugnan y defienden medidas de difícil o imposible encaje en nuestra actual Constitución, sin delimitación temporal de ninguna clase, sin ninguna clase de restricción competencial y con la voluntad muy clara de infligir dolor. Y lo han hecho y siguen haciéndolo mostrando un gran placer en su evidente deseo de aplicar este tipo de medidas tan drásticas como crueles. Otro tanto sucede con los que, desde el otro extremo -esto es, desde amplios sectores del separatismo catalán-, reiteran sus declaraciones públicas en las que parecen complacerse en sentirse humillados o maltratados

El sueño de cualquier sádico es encontrar a cualquier masoquista con el que se pueda complacer. Lo mismo ocurre a la inversa: todo masoquista ansía hallar a un sádico que le dé placer. En este caso, al menos aparentemente, ambos lo han conseguido. Lo malo es que sus juegos de sadomasoquismo político han tenido, tienen y por desgracia seguirán teniendo consecuencias muy negativas para el conjunto de la ciudadanía, en especial en Catalunya pero también en el conjunto de España. Nuestra única reacción posible es dejar que sigan jugando  a sus ejercicios sadomasoquistas, mientras todos los demás, desde la racionalidad y la moderación, apostamos por desmontarles de una vez estos juegos y avanzamos por la vía del progreso y el diálogo.