Por cuestiones de linaje, a Gabriel Rufián -a quien hoy entrevista Sergio Colado en ELPLURAL.COM- le ha tocado un apellido que ha facilitado las cosas a sus enemigos políticos a la hora de adjudicarle el papel de malo de esta legislatura. Nos referimos, por supuesto, a la acepción que define al adjetivo como “persona sin honor, perversa, despreciable”. Pero como siga tocando las narices no sería de extrañar que alguien le acabe acusando de proxeneta, la otra acepción de “rufián” que deriva del latín y que apela a las prostitutas romanas, que tenían la costumbre de llevar pelucas rubias (rufus en la lengua de Cicerón).

De momento, le han acusado de ir en coche oficial, que es una de las reprobaciones más graves de esta etapa democrática de la “nueva política” que nos ha tocado vivir. Ojalá el listón que han puesto los recién llegados a la hora de tener chófer, o vender un piso y sacarse un pico, también se aplicase a la mentira política o el latrocinio institucional, pero no todos los hábitos se borran en 15 días.

Lo más gracioso del tema, por decir algo, es que el vídeo que demostraría que Rufián es la versión masculina de Miss Daisy tiene pinta de ser un seguimiento extrapolicial de esos que te “afina la Fiscalía” con la habilidad de un profesor de conservatorio. O, al menos, así nos lo ha contado el propio Rufián, porque el vídeo sigue enclaustrado bajo siete llaves y dos huellas dactilares en el móvil de Miguel Ángel Heredia.

Hasta ahora, Heredia era un desconocido fuera de su Andalucía natal y la única noticia que se tenía de él era la cobra que le dedicó Pedro Sánchez antes de que Bisbal y Chenoa pusieran de moda el término. Aquel rechazo a la mano que saluda fue el prólogo de la lucha de familias que se plasmaría en el Comité Federal del 1 de octubre.

De momento, Heredia tampoco quiere darse más a conocer y sólo sabemos de él por lo que cuenta Rufián, quien dice que, al explicarle que él no era el del vídeo, recibió por respuesta: “Ya lo sé, pero donde las dan, las toman”.

Al parecer, sigue habiendo resquemor por el durísimo discurso de Rufián sobre la “traición” del PSOE a sus votantes. Un discurso que, según Antonio Hernando, ofendía a un partido que vertió “sangre, sudor y lágrimas para que él esté hoy aquí sentado”.

Nadie niega los méritos del PSOE para traer la democracia, pero quizás Hernando olvidó mencionar también las lágrimas de las decenas de miles de militantes de ERC que acabaron en el exilio durante la dictadura. O de la sangre que vertió Lluís Companys para que Hernando también ocupara su propio escaño, o el de Pedro Sánchez.