Una mentira no invalida la verdad. Una denuncia falsa no deslegitima las centenares de denuncias por delitos de odio, que han aumentado un 17% en los últimos meses, según los datos contrastados del Ministerio del Interior que ha dado hoy mismo su ministro, Fernando Grande Marlaska. Digo todo esto porque ya sabemos lo que viene ahora tras la confesión de la supuesta víctima de la agresión homófoba, que era una denuncia falsa y de que la relación era consentida. Los que nunca condenan este tipo de violencia, y se camuflan de comprometidos demócratas, condenando con equidistancia “todas las violencias”, van a usar este caso como punta de lanza para tratar de demoler, aún más, los derechos legales y civiles de las personas LGTBITRANSQ. Ya lo han hecho antes, y lo siguen haciendo, con los colectivos migrantes, o con la violencia de género. Usan la excepción, la excrecencia estadística que no llega ni al 1% de las denuncias falsas, para invalidar una realidad aplastante de denuncias reales. Espero que al falsario le caiga el peso de la ley, el máximo a ser posible, por el daño que ha causado con la simulación de delito, dándole armas a sus propios enemigos, que son los enemigos de la democracia y las personas de bien. Tiene derecho a ser masoquista, como otros a ponerse corpiños rojos y que le metan dildos por donde más le guste, o ciertos gays a votar a VOX o al PP, quintaesencia del sadomasoquismo. A lo que no tiene derecho es a dar argumentos a quienes, excusándose en su delito, tipificado, van a hacernos daños a los que sí llevamos años sufriendo acoso, insultos y agresiones, por pelear por una sociedad más avanzada y democrática. No me desdigo de mis palabras y opiniones públicas: el blanqueamiento de fuerzas de extrema derecha y de los discursos contra las minorías están aumentando el clima social y la realidad de la violencia contra estos colectivos y de los delitos de odio. Las estadísticas son claras. La prueba más evidente es el brutal asesinato de Samuel Luyz este verano, o este mismo fin de semana las varias agresiones homófobas, reales, como el chico de Velada, en Toledo, al que le han machacado la cara e insultado por su condición sexual.

Dicen los integrantes más representativos de VOX que tomarán medidas legales contra todos aquellos que les vinculen con los delitos de odio por incitación. Hoy mismo el leguleyo de VOX, Espinosa de los Monteros, machito alfa de las manadas legales contra la diversidad, lo ha repetido. Es evidente que no se puede decir que ellos, directamente, coordinen estos ataques. Nos lo pondrían muy fácil a las fuerzas democráticas y civiles que estamos deseando pillarlos en esos renuncios para poder ilegalizarlos como con sus análogos griegos, Amanecer Dorado, que pasaron de los discursos de odio a organizarse para perpetrarlos, y hoy están disueltos, ilegalizados, y muchos de sus dirigentes entre rejas. Ojalá.  Pero sí han sacado de los armarios de las cavernas del Nacional Catolicismo a los que se sentían avergonzados, y ahora jaleados y legitimados por ellos y sus argumentos. Macarena Olona, diputada de la formación verde, pedía que se le dieran ejemplos de discursos o afirmaciones homófobas de su partido.  Hace ya unos meses di ejemplos, pero voy a repetir, enumerar algunas de las declaraciones de sus mayores dirigentes desde que aparecieron en la escena política española, en el Congreso de los Diputados, en el Senado, así como en ayuntamientos y comunidades autónomas. El propio diputado Iván Espinosa de los Monteros dijo en sede parlamentaria:” en España hemos pasado de dar palizas a los homosexuales a que ahora impongan su ley”. Según dice el mismo le parecería bien cuando se podía dar palizas a los homosexuales.  El ex número uno de VOX por Albacete, Fernando Paz, declaró: “hasta en Irlanda aprueban el matrimonio gay. Con la firmeza del sonámbulo, Occidente se precipita al abismo”. La diputada de la misma formación Gádor Joya dijo: “si mi hijo fuera homosexual, preferiría no tener nietos”. Juan Ernesto Pflüguer, apellido curiosamente muy germano, el director de comunicación de VOX, aseguró: “¿por qué los gays celebran tanto el día de San Valentín si lo suyo no es amor, es solo vicio?”. La diputada Rocío Monasterio, encendida partidaria de las terapias reconductuales para “curar homosexuales”, base de las torturas y leyes de peligrosidad social creadas en la España franquista a manos de los psiquiatras López Ibor y Vallejo-Nájera, declaró: “el orgullo gay es una caricatura y una jornada denigrante”. Y el líder indiscutible del partido, Santiago Abascal, sigue manifestando, en contra de la ley española, es decir, de nuestra legalidad vigente, que “el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer”. Tal vez por esa misma razón, ha expresado en semanas pasadas, ante la estupefacción de todos los partidos democráticos y países avanzados que conforman la Unión Europea, su apoyo al presidente de Hungría Viktor Orbán, y su ley calcada del dictatorial Putin, equiparando la homosexualidad a la pederastia. El silencio cómplice, del principal partido de la oposición, el PP, y sus dirigentes, en especial de su joven líder, Pablo Casado, es tan locuaz como los insultos de los asesinos de Samuel. Por mucho que los necesiten para gobernar, los hace blanqueadores de los que alientan estos discursos, probablemente porque nacieron en su seno. El “Madrid, rompeolas de todas las Españas”, que escribió Antonio Machado, y ejemplo de diversidad y riqueza cultural de Tierno Galván y su Movida, ha dado paso a los abogados de pleitos pobres de Ayuso y Almeida, en defensa patética de Vox, a los que necesitan para su proyecto futuro de gobierno, que ya sabemos a quienes van a perseguir…Un Madrid que ha pasado de ser escaparate internacional de la modernidad, con la celebración, entre otras cosas, del World Pride Internacional con la alcaldesa Carmena, a no atreverse a izar las banderas multicolores con Almedia, no sea que le cueste la alcaldía.

 A mí no me van a achantar. Me han perseguido a adoquinazos, con 29 años, insultándome como a Samuel Luyz y salvé la vida porque un hostelero me refugió en su establecimiento. Han menoscabado mi autoestima con insultos e insinuaciones, personales, familiares y profesionalmente. Ni un delincuente de 20 años que hace una denuncia falsa, ni quienes usan esta excepción para atacar y tratar de derogar lo que ha costado sangre, sudor, vidas, y mucho esfuerzo.   Adelanto ya que, los que están usando las redes sociales para insultarme, de nuevo, por privado o públicamente, forma virtual de marcarme la palabra y el estigma con un cuchillo digital, se van a ver conmigo en un juzgado; los que la usan, sin llegar a la amenaza o al insulto para meterme el dedo en el ojo, pueden usarlo para explorar otros orificios suyos que les va a dar más gusto. Se lo recomiendo. Es más sano, relajas tensiones, y no hace daño a nadie. Que se lo pregunten si no al exobispo emérito de Solsona.