Cuando para explicar el éxito de una manifestación se recurre a justificaciones, el mentado “éxito”, muy probablemente, no haya sido tal.

PP, Ciudadanos y Vox dicen, una y otra vez, que la manifestación fue convocada y organizada con apenas tres días de antelación. A punto están de añadir: “¿qué pretendíais? ¿que con tan poco tiempo la convocatoria fuera un éxito?”

Y van, entonces, a por el partido de vuelta. Demasiado pronto quieren tapar la imagen que se dio el domingo. Para esconder el fracaso de una manifestación, nada mejor que convocar otra manifestación. Con el mismo lema, por si hubiera alguna duda de que algo no ha calado en la gente.

De momento, a la cabeza se ha puesto Albert Rivera. No es de extrañar, porque los naranjas se vieron abocados a tres fracasos el pasado domingo: el escaso número de asistentes, las mentiras del manifiesto y la foto con Vox. En una semana, Ciudadanos quiere borrar todo aquello.

El hecho de que la asistencia fue mucho menor de lo esperada, está claro.

Las mentiras son objetivas. Nadie puede discutir que se haya mentido. Salvo la periodista –cuesta llamarla así- María Claver, que sigue negando la mayor, tomándonos a todos por tontos. Y como tonta no es la periodista –ahora sí se hace más fácil utilizar esta palabra- Esther Palomera tuvo que soportar el matonismo de la anteriormente mencionada, que le espetó un enigmático “no te conviene”.

Ni siquiera desde el PP se han podido negar esas mentiras, y la propia vicesecretaria de comunicación, Marta González, ha dicho “el manifiesto tiene gran parte de veracidad”. O lo que es lo mismo, contiene unas cuantas mentiras.

Por último, la foto con Vox es muy incómoda para Albert Rivera, por eso, pese al acuerdo que había para hacer una foto a tres, llenó el escenario de gente, algo que no estaba previsto y a lo que, por supuesto, se sumaron los otros partidos. Una forma de embarrar la cancha.

¿Pero por qué Ciudadanos se siente tan incómodo cerca de la ultraderecha? En las Europeas de 2009, el partido fue de la mano de los extremistas de Libertas. Cuestión de euros, se dice. Esa vez, estuvieron codo a codo con los radicales y nadie escuchó a Rivera quejarse. Un Rivera que es un digno producto de la FAES, o lo que es lo mismo, de José María Aznar, con quien sigue teniendo una relación estupenda, pese a la irrupción de otros dos hijos dilectos del ex presidente. La derecha es hoy la Santísima Trinidad. Rivera, Casado y Abascal son tres, pero se hacen uno en Aznar.

Sería bueno que alguna vez, aquel Rivera desnudo que decía que solo le importaban las personas, se manifestara por el interés de estas y no para crispar y dividir a la sociedad.