Ese día (señor, señor: hagamos que llegue pronto) en el que ETA deja las armas y acepta el debate democrático como única forma de conseguir sus metas, está cerca. Y -parece mentira- pero a algunos siguen actuando como si eso no fuera a ocurrir.

Hoy, esta meditación igual resulta muy dura para algunos, pero esta meditación será normal dentro de muy poco. Espero y deseo que dentro de muy poco.

ETA sólo necesita que la lleven con habilidad (y comprensión) al servicio de cuidados paliativos donde morirá en poco tiempo. Opiáceos, gimnasia, diálogo y balas serán necesarios, pero esto de ETA ya anda por el pabellón de los desauciados o por el de los detenidos, pero ya no está en las agendas de nuestros hijos.

Los cambios que en la política española va a generar la desaparición de ETA son muy claros de analizar, pero complejos de integrar en la nueva vida sin horror político.

Los primeros que tienen que estudiar cómo se van a menejar en ese mundo nuevo, son los partidarios de la independencia vasca. Batasuna, SORTU y todo lo que venga después son sólo la punta de un iceberg muy complicado: los independentistas vascos tendrán -dentro de muy poco- sólo la posibilidad de convencernos con la palabra, sin que nos deje sin sueño su discurso porque, después, apareció una pistola.

Los partidos democráticos (especialmente los más conservadores) tienen que ir pensando que parte de sus mensajes quedará fuera de juego: unos meses de prácticas generosas y adaptarse a la nueva y feliz vida.

Estoy seguro que tanto los policías, como los guardias civiles, como los ertzanzas saben y tienen planificado lo que viene después del largo día de las bombas. Pero ¿tienen claro las empresas privadas de seguridad que una parte de su cuenta de resultados va a estar encuestión?

No tengo la menor duda que estas empresas privadas han sido muy importantes en la lucha contra ETA (y lo seguirán siendo hasta el final). Incluso quiero rendir homenaje aquí a los escoltas privados que han muerto a manos de ETA en la protección de aquellos a los que su empresa les había asignado como “riesgo cero”.

Pero un buen empresario sabe que lo de ETA se está terminando, que su empresa va a ver contratos de protección reducidos. Una inmensa alegría como ciudadano y como demócrata; una preocupación como gestor de unas cuentas de resultados.

No quiero ver ese día en el que ETA desaparece, una protesta de alguien que ha perdido su trabajo. Hay que hacer algo ya mismo, porque ETA se termina.

Doy un consejo a las compañías de seguridad: tienen que encontrar en la tecnología la respuesta al vacío que les dejará ETA. Pensemos que hacer. Y ya mismo.

Luis Solana es militante socialista y promotor de Nuevas Tecnologías
www.luissolana.com