Pocas veces la derecha habrá encontrado tan buen compañero de viaje como Unidas Podemos. Allá donde ni el PP, ni Ciudadanos, ni Vox pueden llegar por motivos ideológicos, los de Pablo Iglesias están facilitando una cómoda entrada sin desgaste de imagen ni necesidad de discusión política. El partido que nació para combatir a la casta y dar una lección de ética a los políticos adocenados en sus privilegios, ha ido más allá de aquellos a los que criticaba, poniendo el ansia de sillón por encima del deseo de los ciudadanos.

El caso de La Rioja es, probablemente, el ejemplo en que la sinrazón y el egoísmo particular adquieren una dimensión más inusitada. Raquel Romero es la política que no permite que la izquierda gobierne al fin en la Comunidad riojana, tras tantos años de una derecha aferrada al poder. Esto va de acabar con La Rioja del autoritario Pedro Sanz, y de su sucesor José Ignacio Ceniceros, que hicieron y deshicieron a placer durante los últimos 24 años.

Pero, a fin de cuentas, la diputada de Podemos que ha impedido la investidura de Concha Andreu, la candidata socialista, lo que hace es nadar al rebufo de lo que marca su líder nacional. No hay que olvidarse de que la lideresa de Podemos en La Rioja fue nombrada a dedo por Pablo Iglesias. Si Práxedes Mateo Sagasta levantara la cabeza y viera lo que están perpetrando en su tierra riojana los que se llaman a sí mismos progresistas, se llevaría una gran decepción. Si hoy la izquierda, que dice defender Podemos, existe es porque personajes como Sagasta fueron los artífices de su desarrollo.

El secretario general de Podemos muestra sin ningún recato su interés de obtener poder mediante un puestecito en el Gobierno. O eso, o nada, se ratifica y expone como aval la encuesta a la carta, a la que solo respondieron una cuarta parte de los inscritos en la formación y que fue ratificada por un 70 por ciento de estos. En ella venía a preguntar: o yo, o yo. Frente a esos sondeos dirigidos, Iglesias desecha la encuesta de verdad, la de las urnas, en la que participamos todos los españoles y en la que los ciudadanos mostraron el deseo común de un gobierno de izquierdas.

Hay solución? ¿Se podrá llegar a un acuerdo todavía? Sánchez no ha dejado de flexibilizar su postura en lo que se refiere a la condición previa de un gobierno de coalición, salvo en un asunto: que sea Iglesias la persona designada. El presidente en funciones lo ha dicho con claridad meridiana: “Dos líderes de dos partidos que divergen en temas tan importantes no pueden estar en el mismo Gobierno, por lo que le pido a Pablo Iglesias que dé un paso atrás y proponga que entren personas cualificadas de Unidas Podemos”.

Artistas e intelectuales han firmado un escrito llamando al diálogo y alertando de las consecuencias: "¿Por qué asumir el enorme riesgo de unas nuevas elecciones que podrían revertir el progreso democrático alcanzado en abril y abrir la puerta a la extrema derecha? ... No hay ningún argumento razonable”.

Con tal actitud, el líder de Unidas Podemos demuestra que carece de algo fundamental: No tiene visión de Estado. Esa falta anula a un político y hace que equivoque sus decisiones. Mientras, los ciudadanos viven con tristeza y desaliento una situación que no se entiende. Pero cuidado, Iglesias, las siguientes fases de la melancolía son el desengaño y la ira. Atento a las consecuencias.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com