No ha sido la primera vez. Por desgracia, tampoco será la última. Sucede muy a menudo. Con excesiva frecuencia. Sucede desde que la información se ha convertido en una mercancía más. Me refiero al espectacular con montajes que todo tipo de medios de comunicación, y de modo muy especial algunas cadenas de televisión, han llevado a cabo con la reciente tragedia ocurrida en el municipio de Totalán, con el más que previsible resultado final de la muerte del pequeño Julen.

Que los medios de comunicación informen sobre una tragedia no solo es un derecho, sino que es también su deber. Otra cosa muy distinta es hacerlo como lo han hecho, en este y en otros muchos casos, algunos medios en concreto, en especial cadenas como Tele5 y Antena3.

Con sus emisiones convertidas casi en obsesivamente monotemáticas durante algunos días de esta poco menos que interminable crónica de una muerte anunciada, estas cadenas se han dedicado al uso y abuso de esta tragedia con el único objetivo de alcanzar mayores porcentajes de audiencia. Nada se les puede reprochar ni criticar desde un punto de vista económico o empresarial, ya que al fin y a la postre la finalidad de un medio de comunicación privado es siempre, en última instancia, obtener los mayores beneficios económicos posibles.

Incluso una vez ya conocido el trágico desenlace final, como ocurrió ya durante las titánicas labores de intento de rescate de Julen, estos y otros medios de comunicación han dado pábulo a todo tipo de especulaciones, bulos y rumores, hasta el punto de llegar demasiado a menudo al culto al morbo.

La audiencia, como suele suceder en estos casos, ha premiado con su fidelidad a quienes han realizado unas coberturas informativas más sensacionalistas y morbosas

No obstante, lo peor de todo cuanto ha sucedido estos días, y que aún sucede en gran parte una vez consumada la tragedia, es que la audiencia, como suele suceder en estos casos, ha premiado con su fidelidad a quienes han realizado unas coberturas informativas más sensacionalistas y morbosas. Aunque es cierto que ahora se alzan algunas voces críticas con este tipo de prácticas informativas tan lamentables, no es menos cierto que la responsabilidad final no solo de la misma existencia de ella sino de su reiterado éxito es del público, esto es de la audiencia.

Nada de nuevo, se me puede objetar. También es cierto. Baste recordar, a modo de mero ejemplo, una extraordinaria película escrita, producida y dirigida por un gran maestro del cine como fue Billy Wilder, 'Ace in the Hole', del ya muy lejano 1951, año en que recibió el premio internacional en el festival de Venecia. Estrenada en España como 'El gran carnaval', con Kirk Douglas como protagonista, aquella película debería ser de obligada proyección cuando suceden tragedias como esta tan reciente de Totalán, con todo cuanto de montaje mediático las acompaña.

Porque 'El gran carnaval' retrata y denuncia a la perfección, con causticidad y rigor, esta clase de espectáculos supuestamente periodísticos, en los que lo único que en realidad importa es la venta al por mayor, y cuanto mayor mejor, de una información mercantilizada, basada sobre todo en el cultivo del morbo y de la emoción, de los sentimientos y de las sensaciones, de las vísceras y no de la razón.

Si no han visto 'El gran carnaval', véanla. Y si la han visto ya, véanla de nuevo. 68 años después de su estreno, este filme de Billy Wilder sigue siendo desgraciadamente muy actual.