Uno de los temas más candentes, asumidos como moderna reivindicación intelectual en un sentido amplio, es la llamada “cultura verde”. El relativismo propio de nuestros tiempos había menospreciado esta nueva vía de la cultura contemporánea como algo menor, propio de unos idealistas que a veces montaban algo de ruido, como en el caso anecdótico de la baronesa Thyssen atada a los árboles del Paseo del Prado. El ex candidato a la presidencia de EEUU, Al Gore, que bromeaba con declaraciones como: “Yo solía ser el próximo presidente de los Estados Unidos", reconvertido en conferenciante, ya puso el dedo en la llaga con un documental sobre este tema. “Una Verdad Incómoda”, dirigida por Davis Guggenheim, con Al Gore como voz y rostro del mismo, levantó bastantes ampollas y disensiones, también debates y consensos. Un documental que fue un éxito en el Festival de Sundance y en el de Cannes. Expuso los mitos e ideas equivocadas acerca del calentamiento global y de su prevención, asunto que nos atañe a todos. El ex-vicepresidente en el mandato Clinton, después de perder las elecciones de 2000 como candidato demócrata, decidió cambiar de rumbo. Gore negó con argumentos contundentes y científicos que haya dudas entre la comunidad científica sobre el calentamiento y destaca que si en la sociedad aún hay escépticos es debido a la desinformación creada por los grupos de presión petrolíferos, como ya hicieron las tabacaleras, para negar la relación tabaco-cáncer. Explicó con alarmantes gráficos y recreaciones cómo enfermedades tropicales llegarán a países ahora a salvo o, ya en nuestros días, algunos animales o parásitos están invadiendo nichos biológicos que no les corresponden, como el mosquito tigre o el mejillón cebra, o cómo la subida del nivel del mar puede afectar a Holanda o Florida, por poner ejemplos. "Somos testigos del conflicto entre nuestra civilización y la Tierra", dijo, y se podría mirar lo que está sucediendo en España con las inundaciones otoñales tras largas sequías, o los territorios ya en claro proceso de desertización. Gore concluye en sus intervenciones con argumentos nada apocalípticos y esperanzadores, si la movilización es real, diciendo que aún se puede hacer algo: "Hay un peldaño entre la negación del fenómeno y la desesperación. Tenemos el conocimiento, energías renovables, formas de ahorrar energía... Sólo nos falta la voluntad política. Y ese sí es un recurso renovable"; de lo contrario el planeta azul puede darnos un susto de aquí a unos cincuenta años. Todo un movimiento de intelectuales, científicos y personas preocupadas se aglutinan alrededor del ya llamado “movimiento clima”.

Esta, la del cambio climático, debiera ser una verdad incontestable, y los encuentros y datos que se están aportando en la cumbre del Clima que se celebra en estos días en Madrid, y hasta el 13 de diciembre, no dan lugar a dudas. Como diría Gore: “Hay verdades que uno prefiere no oír porque si se oyen, y si se entienden que son verdades, hay que cambiar. Y el cambio puede llegar a ser muy incómodo”.

Cuando La Unión Europea ya utiliza el término “Emergencia Climática”, tenemos que comernos, sin embargo, que los negacionistas por antonomasia de Vox sigan denegando esta verdad incontestable. No es de extrañar, cómo la gente más reaccionaria, o más cínica, o ambas cosas, continúan negando una evidencia que no les importa. No es la primera vez que niegan evidencias, como la existencia de la dictadura franquista, las muertes por violencia machista, las agresiones homófobas, la necesidad humanitaria de salvar vidas en nuestras aguas jurisdiscionales, y un largo etcétera. La negación de lo evidente, más en materia de derechos humanos, es su carta de naturaleza. Ya en su momento, tuvimos que oír cómo un primo de Rajoy, aún sin identificar, a lo mejor era Santiago Abascal, le había explicado al ministro del “Prestige”, conocido como el “Señor de los Hilillos”, y luego presidente censurado por una moción, que eso del “cambio climático no era cierto”. Aquello, que ha quedado como carne de meme y vergüenza que ocultar para el PP y su ex-presidente, tiene ahora un portaestandarte de la vergüenza en Vox, pero no sólo.

José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, no tiene previsto participar en la Marcha por el Clima, ni se montará un dispositivo especial para recibir a la conocida activista ambiental Greta Thunberg. No es que me parezca que la joven activista tenga por qué tener un trato de favor. Al fin y al cabo, soy de la opinión que, aunque haya movilizado a sectores muy jóvenes en esta causa, cosa loable, también es cierto que aporta cierta dosis de infantilismo a una cuestión que debieran dirimir los expertos y las autoridades políticas con compromisos reales. Espero, eso sí, que el señor alcalde del PP tenga la misma consideración cuando, a petición del Foro de la familia y sus representantes, se paralice la capital…

La ministra de Transición Ecológica y Medio Ambiente, Teresa Ribera ha declarado : "Nos tenemos que reconciliar con el mundo, reintegrar ese sentimiento de realidades complejas a través de los sistemas educativos. Y es fundamental conectarlo con la solidaridad. El mundo nos pertenece a todos, por eso es tan importante el medio ambiente, la conexión con la Tierra. Somos una especie más y tenemos que cuidarlo. Es la clave”. Así es. La tierra tiene sus ciclos. Si los alteramos, la respuesta del planeta será mucho más contundente: que se lo pregunten a los fósiles de los dinosaurios…