Casi siempre la burla arguye pobreza de espíritu, decía en el siglo XVII Jean de la Bruyère, lo cual me parece de una verdad universal imposible de rebatir. Y, como decía Antonio Machado, es propio de mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Pues eso mismo se desprende de tanto comentario jocoso que las declaraciones del ministro Garzón, sobre la relación entre el consumo de carne industrial y el calentamiento global, han suscitado en un amplio sector de los políticos españoles de la derecha; y también de algunos de supuestas izquierdas. Me ha impactado especialmente García-Page y sus insufribles y retrógradas manifestaciones sobre el tema; comentarios de burla que quiero creer que provienen, en el mejor de los casos, de la ignorancia, y por supuesto, de una ausencia de sofisticación moral difícil de digerir a estas alturas. Es decir, de mucha catetez. Veamos brevemente por qué.

Con toda la razón y la lucidez del mundo, y mucho más siendo ministro de Consumo, Garzón simplemente hizo varias referencias a cuestiones que los científicos llevan afirmando décadas en relación a la industria cárnica: que es una de las grandes fuentes de contaminación del planeta y de emisión de gases de efecto invernadero, que provoca un inmenso perjuicio ecológico, que el consumo excesivo de carne es muy perjudicial para la salud humana y para el planeta ¿Alguien puede dudarlo?

Además de las cuestiones de salud y de protección ecológica y ambiental existe otra cuestión que a mí es la que más fibras me toca: la cuestión moral, en la que los animales, en nuestra cultura judeocristiana, siempre han sido excluidos. Shopenhauer sintetiza perfectamente el asunto en su obra Sobre la base de la moralidad (1840) en la que expone abiertamente que “la moral cristiana ha limitado sus prescripciones exclusivamente a los hombres y ha dejado al mundo animal sin derechos. Sólo hay que ver la crueldad con la que nuestras sociedades cristianas se comportan con los animales”, y afirma que, contrariamente a esa moral cristiana, “la compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral”.

Es decir, vivimos en un sistema de creencias absolutamente errado, y nos enseñan una moral que nos hace cosificar a los animales, como si no fueran seres que sienten, como si fueran cosas a las que poder maltratar y de las que poder abusar alegremente. Un sistema de creencias con las que nos adoctrinan a todos desde la más tierna infancia. En La insoportable levedad del ser (1984) Milan Kundera analiza la cuestión en profundidad cuando afirma que “No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado al hombre el dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado su dominio sobre los animales (…) La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la gran debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan las demás debacles”.

Afortunadamente, en la Europa que no es España la sensibilidad animalista es infinitamente superior a la que tenemos en este país nuestro. En Francia, por ejemplo, el texto legal en el que se basa su Ley contra maltrato animal data del 7 de septiembre de 1959, aunque, claro, por aquellos entonces en nuestro país se mataban, además de a animales, a muchas personas. En una ley reciente, de 2015, en el país vecino se reconocía a los animales a nivel jurídico como seres vivos y sensibles. La lucha en México, por ejemplo, por los derechos animales y por la abolición de la tauromaquia es impresionante, y lo es también en muchos países latinoamericanos que se quieren liberar de la vergüenza del espectáculo atroz que heredaron de “la madre patria”. En Argentina diversos grupos parlamentarios lograron en 2019 aprobar una reforma importante en la Ley de maltrato animal. La diputada Adriana Nazario lleva varios años comprometida con que en Argentina los animales dejen de ser considerados “cosas”, pasen a tener una consideración moral y a ser considerados jurídicamente seres sintientes. 

Los señores políticos harían muy bien en informarse un poco antes de hablar. La alimentación vegana